No somos hermanos Libro 2 (Segunda parte)
Segunda parte
Entre el pasado y presente
Al salir del baño tuvo que maldecir en un murmullo al ver la hora. Era poco más de las diez de la noche, no llegaría antes de las once y sólo si conducía como un poseído. Respiró profundo, llegar tarde era mejor que liberar su oscuridad al lado de Zenien por el exceso de adrenalina. Mientras se movía a la salida Jaír lo puso al tanto del caso de Beatriz.
-Jaír… podrías explicarme por qué lo que sucede con esa mujer me tiene que importar. Cumple con lo pedido y con eso basta. – Lo vio asentir y bajar la mirada, la confusión estaba clara, pero la realidad era que la mujer ya no era importante. Lo hecho, hecho estaba y en caso de que a alguien le importara, le había jodido la adolescencia dejándole con la bomba de tiempo que había sido su primera experiencia sexual. Experiencia qué todas las noches mordía su trasero… podría matarla cien veces de formas diferentes y no sería suficiente.
Ningún joven de trece años debería haber sido expuesto a esa porquería, pero qué más daba. Entró al ascensor y cerró los ojos, si pudiera evitar ese lugar sería feliz. De nada servía desear ser normal, su pesadilla había comenzado con su madre ahorcándolo con sus propias manos cuando tenía solo tres años. Desde ese momento el mundo había dejado de tener luz. La única razón por la que sobrevivió fue gracias a ese demonio rabioso que existía dentro de él y que ahora luchaba por controlar su cuerpo, su vida familiar o su relación con… Zenien.
El gruñido que sintió vibrar en su pecho le recordaba que no podía negar su naturaleza, lo que había sucedido con la mujer que lo había traído al mundo era el mejor ejemplo de lo que sucedía cuando su familia intentaba huir de la oscuridad. Al entrar al auto tuvo que admitir que ahora frente al problema que se había iniciado una noche que Zenien había olvidado, entendía la razón por la que su familia era incapaz de amar. La obsesión por poseer y controlar aquello que era su foco de emoción, era peligroso para el mundo que le rodeaba. Por lo menos desde joven aprendió lo que eran las obsesiones y decidió no ser parte del juego de ese demonio. Lo que contaba era el resultado de tener un hermanastro drogado intentando protegerlo, para luego ser el causante de su tumulto interno.
-¿A dónde vamos señor?- Kristen preguntó en un susurro, la mayoría de las veces terminaba la noche en casa de su abuelo, para entrenar al día siguiente en un intento de agotar los excesos de energía.
-Llévame a casa. Llama al abuelo y confirma que está al tanto de Beatriz. – Kristen asintió, ya el viejo dragón había sido notificado de los detalles y había esperado por la reacción de su nieto. Era mejor asentir y guardar silencio cuando el joven amo estaba de ese humor. Todos los sombras sabían que el sanar era posible gracias a los elixires o la energía de la familia, lo cual no evitaba el dolor o el tiempo que costaba el volver a estar en perfecta condición física.
Johaniel cerró los ojos y se dejó arrullar por los sonidos de la ciudad. Sonrió con ironía, su despertar había sido provocado por su madre, pero era parte de su destino como miembro de los Paras, el cuidar del balance en ese mundo era su labor, dejada por los padres creadores. Ese mundo de sombras que era parte de novelas que susurraban el romanticismo de leyendas, misticismos y lo prohibido, para él era un tablero de juego que alimentaba al demonio que lo acompañaba. La hipersensibilidad a los ruidos de la noche en especial allí dónde había malicia o sed por sangre podían ser identificadas con una mirada, la sensación eléctrica cada vez que estaba rodeado por personas con malicia y más aún el enfrentarse a la maldad humana con los diferentes rostros, alimentaba su cinismo. Él no era un héroe dispuesto a rescatar al mundo de su autodestrucción, literalmente su esencia era el personaje que reía mientras veía que todo explotaba a su alrededor.
Su abuelo mencionaba balance en el mundo, gracias a la oscuridad que podían absorber. El solo pensarlo le hacía reírse de forma burlona, ir de la irá a la locura, ver como la luna era adorada o le echaban culpas individuales. Mientras los sombras y los descendientes de su familia velaban por cuidar el legado de los padres dragones. Pero para él era una pesadilla interminable. Cuando cumplió los trece todo había empeorado, el crecimiento de su cuerpo se aceleró para poder controlar el poder que estaría creciendo junto a él. Sus sentidos recibían murmullos como gritos, la luz entre sombra era como si fuera una lámpara brillante en su rostro… Lo que más odiaba era la sensación en su piel, aún cuando estaba cerca de diferentes personas podía sentir el calor de ellas. Todo le molestaba, lo enfureció el verse como un ser sin control, convirtiéndo se en una bomba a punto de explotar en cualquier momento. Lo qué Zenien no ayudaba al ser un idiota qué buscaba cualquiera excusa para alejarse de Johaniel durante el tiempo de escuela. El único ser seguro de esa batalla, el único que podía controlar esa pesadilla en movimiento, quería mantener la distancia en un intento de protegerlo. Todo era una locura.
Recordó lo aprendido en clase, sobre el desarrollo en esa etapa, ahora se burlaba de la bibliotecaria loca que les había explicado el como su cerebro estaba sufriendo cambios biológicos y que era normal sentirse incómodos, irritados, felices o psicóticos, de un momento a otro. Según sus palabras, con ganas de ver explotar el mundo entero. Lo que no tenía claro la mujer era que uno de sus estudiantes podía hacer precisamente eso. Aún deseaba ver como la sangre corría por las calles de la ciudad, incluso podía imaginarse arrancando la cabeza de copias exactas de su tía. “Pero toda luz necesita oscuridad, ese es el balance”. Las palabras de su abuelo mientras miraba la vida nocturna de la ciudad con cinismo le hacía pensar que el mundo había enloquecido y él no era real.
Cuando inició el cambio físico quería ser él el que lograra romper huesos, abrir yugulares, provocar gritos de terror en esa podrida ciudad. ¿Qué lo detenía? No deseaba ver el rostro de miedo u horror en Zenien. Su abuelo le había dicho con una sonrisa que el joven se había convertido en su grillo. Su conciencia, razón por la que tenía que protegerlo, el día que ese hombre dejara de respirar, ese momento Johaniel perdería el control sobre su monstruo. El joven asintió, aceptando esas palabras como un regalo sabio y se había dado a la tarea de mantener cerca a Zenien, murmuraba que era para protegerlo y no tenía nada que ver con el gruñido de placer que retumbaba en su pecho cada vez que estaban uno cerca del otro.
Al llegar a la casa no hubo recriminación por lo tarde que era, sólo una sonrisa dulce y una caricia en la cabeza al más joven, que provocó dudas en el rostro de quien la recibía. Zenien por su parte se detuvo, el cabello húmedo de Johaniel provocaba ideas extrañas en su mente. El rostro sonrojado de éste mientras gemía se paseó como si fuera una película por su mente. ¿Se había vuelto loco? Zenien se dio la vuelta como si le hubieran golpeado.
-No preguntes, serás mucho más feliz en la ignorancia. -Johaniel murmuró pensando que el sonrojo en el rostro de quien lo recibía era por ideas de momentos apasionados con una pareja misteriosa. Zenien asintió, pero volvió a mirar a Johaniel con deseos de saber los detalles.
- ¿Pasó algo?
-Algo así… vamos a dejarlo de ese tamaño.
-Sabes que no tienes que cargar con todo tu solo. – Zenien le volvió a acariciar el cabello y se movió a la sala con el radio de los bebés en las manos. Johaniel estaba seguro que si este supiera el demonio que estaba allí a su lado la mirada estaría cargada de…
-Voy a colocar sobre la mesa una situación bastante cagada… solo para escuchar tu opinión… Zenien que tal si una mujer droga a un chico de catorce años con afrodisíacos en vías de acostarse con el joven… al él luchar por evitarlo ella lo amenaza con llamar al hermano menor para que tome su lugar… ¿Qué crees que debería suceder con ella? -Joahniel sostuvo el aire en el pecho y se atrevió a mirarlo. El rostro cargado de odio y asco le asustó pensando que tal vez había recordado lo que había sucedido.
-Hay basura que no debería seguir respirando. – Las palabras provocaron que algo se soltara en su pecho. En ese instante echó el nombre de Beatriz al olvido sin saber que la mujer al otro lado del mundo murmuraba el suyo con odio en su último aliento. Los sombras que la rodeaban parecían tener una máscara con la que escondían emociones, pero la realidad era que no sentían absolutamente nada por la mujer. los últimos años habían sido llenos de fiestas, drogas, orgías y malos cuidados, lo que la había dejado en un estado lamentable de cuerpo y mente.
-Recuerden no dejar rastro de la mujer que pueda llegar a la familia del joven amo. Es importante que nadie sepa qué sucedió con ella.- La voz de Kristen al otro lado de la línea provocó un escalofrío en la espalda de quien intentaría asegurar que todo fuera perfecto.
-Asi será.
Zenien se sentía incómodo, había algo en lo que Johaniel mencionó que le provocaba una rabia feroz en su mente. Unas sombras que se movían en su interior, unas imágenes sin sentido. Pero no entendía a qué se debía todo eso. Ambos en silencio vieron una película. De vez en cuando miraba a su hermano preguntándose por qué había llegado con el cabello húmedo de una ducha, sabía que no había estado en casa de su abuelo, era demasiado temprano para regresar de la casona familiar. Más aún si habían estado en un restaurante o algo parecido ¿por qué la ducha? No sabía qué pensar, las dudas lo asaltaban, las imágenes qué estaban en su mente le quitaban la paz. Un par de horas después y sin saber de la trama de la película que había estado viendo, escuchó a sus padres llegar.
Al mirar a su lado buscando la reacción de Johaniel, lo encontró medio dormido en el sofá, a él tampoco le había importado un pepino la película. Ayudó a llevar a su hermano a su habitación. Aún cuando eran de la misma altura, no tenían en nada la misma masa muscular. Escuchó murmullos románticos a su espalda, pero se negaba a ser testigo una vez más de las mejillas sonrojadas de sus padres que parecían dos adolescentes. Siempre tenía que mirar a otro lado exasperado ante el amor de esos dos. No podía negar que ese amor de color de rosa le provocaba a su vez un poco de envidia. ¿Cuándo podría enamorarse con esa misma pasión?
A la fecha nadie llamaba su atención… Mentira la voz de su conciencia no le dejó mantener la fachada civilizada, menos aún con el cuerpo de su hermano en los brazos mientras lo llevaba a su habitación. Negó con la cabeza, Zenien con Johaniel recostado en su pecho pensó que las ideas eran locura total, se movía sin esfuerzo, aunque las ideas llegando a su mente lo tenían un poco nervioso. Aún no había tenido su primera novia y a eso le achacaba su curiosidad, los nervios… la tentación.
El murmullo de Johaniel provocó que diera un brinco, te deseo… esa palabra había encendido un fuego en su interior. Ambos estaban en esa edad. ¿Podría haber estado con su novia antes de regresar a su casa? Un gruñido quería escapar de su boca al imaginar a Johaniel sobre un cuerpo lleno de curvas y sin rostro. Con prisa lo ayudó a acomodarse en la cama y lo arropó, para salir de la habitación como si lo estuvieran persiguiendo. Zenien se lanzó a su cama y gimió como un animal herido cuando sintió que su erección se apretaba contra el suave colchón.
-¡Maldición!
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