Bajo el sol un beso (Novella)

Bajo el sol un beso

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Capítulo 1

El frío no llegaba a detener sus pasos, aún cuando sus piernas se hundían en la nieve hasta la rodilla. El instinto le guiaba, tenía que encontrar a quien había pedido auxilio. Unos minutos antes estaba calientita y escuchando a una abuelita en Chiapas, México, contando a sus nietos la historia de los grandes guerreros. En medio del relato registro la llamada de auxilio, así fue como termino yendo del calor al frío sin planificación. Luego pagaría el precio, varios días sin energía, ni siquiera para mover los dedos. Volvió a regular la temperatura de su cuerpo y sintió el desgaste. Tenía treinta minutos más o menos, antes de quedar como un palito helado.

Una voz ronca opaco al viento, los gritos se podían escuchar a kilómetros de distancia, sí uno era un… bueno si uno no era humano. Aún así no podía creerlo, hubo un grito para luego seguir unas palabras en Arameo, que daban una descripción detallada de cómo moriría esa víctima. El problema estaba en conocía muy bien esa voz, su mente se negaba a aceptarlo, se negaba a creer que la voz fuese de quien ella sospechaba. Aun así un fuego interno le decía que no se equivocaba, nuevamente su instinto le informaba lo que le esperaba en frente.

Jehui, no tenía duda de ello, pero como diablos pudo terminar en ese lugar perdido de la mano de Él. No era normal que estuviera metido en ese lugar tan lejos de los suburbios que controlaba. Sin embargo, el poder liberado en el ambiente, el mismo clima circulando era epíteto del poder, no dejaba duda de a quien se estaría enfrentando. Le quedaba claro que se enfrentaría a un demonio de categoría siete, muy enojado y sin apoyo de sus hermanos, las ráfagas de viento cargadas de energía no auguraban nada bueno, más  nadie era tan tonto como para enfrentar sólo a Jehui, bueno sólo ella y aún no sabía como había sobrevivido todas esas veces.

En la tierra sólo había dos docenas, tal vez un poco más, de demonios de ese nivel. El hecho de que conociera a la mayoría por nombre y forma humana, era perturbante. Seguía atrapada en ese pensamiento mordaz cuando unas palabras claramente en arameo llegaron a ella en su contexto. “Pequeñas alimañas, les sacare el corazón y serán capaces de verlo latir mientras lo hago cenizas.” Sí, era Jehui, el perfecto arameo y la sangrienta descripción no dejaban duda de ello, la esperanza de equivocarse se fue en el viento del profundo suspiro. Con una maldición se preparó para dar el salto, tomando unos segundos para trasvasar tiempo y espacio, con el deseo de llegar para salvar a quien se había metido con un monstruo que no tenía comparación entre los ángeles y los demonios.

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Jehui observó como la explosión hizo vibrar los árboles a su alrededor, sin sorprenderse al ver a Alatthy aparecer ante ellos. Con su cabello corto, rubio como el sol, que de seguro era de pote, parecía más un duendecillo que un ángel. La mirada color caramelo era lo que producía el sentimiento de protegerle, pero en esta ocasión sus ojos cargados de horror eran como una daga apuñalando su pecho. Un sentimiento que nunca le gustaba, ni deseaba estudiar y menos ahora cuando en segundos había cuadrado su pequeño cuerpo en posición de defensa, estaba lista para arremeter contra él defendiendo a sus queridos humanos.

– Carajo. ¡El único ángel que conozco que sale al rescate de los malos!– dijo él con ironía.

– ¿Malos?

– Sí, mira lo que hicieran con mi pequeño Nerón…

– ¡Nerón Claudio Druso César Gemánico es inmortal! Lo ha demostrado estando a tu lado durante siglos así que cual es el grito de pena. La verdad me sorprende tu falta de control.

–Ya no… para tu información renuncio a su… inmortalidad para salvar la vida de alguien.

–Espera un momento. Estamos hablando del mismo piromaniaco que prendió fuego a Roma y que a vivido siglos amarrado a tu falta porque no hay nada ni nadie más que tu que sobreviva a su locura. Más allá que disfruta tanto como ustedes los demonios de jugar con los humanos hasta destrozar toda su esencia.

–Ese mismo, pero en la última década su hija lo había ablandado.

– ¿Hija?

–Señorita; ¿nos va a salvar?

–Cállense, son unos idiotas; cómo se atreven a meterse con Jehui. No me digan que le vieron cara de idiota y pensaron que sería dinero fácil.– Ella vio como uno de los tres hombres asentía y sintió la vibración del gruñido animal, los humanos buscaron a su alrededor, pero no podían saber que el sonido salía de la garganta del demonio de siete pies y tantas pulgadas, que tenía un peso de varios kilos en hierro por su cuerpo corpulento y lleno de músculos entrenados para matar que habían cucado con sus actos estúpidos. Alatthy era consciente de lo que veían los humanos al verlo, el problema estaba en que se perdían el espectáculo de los ojos negros con fuego brillando en el centro de sus pupilas, las uñas en forma de garras y el dragón tatuado recorriendo el pecho desnudo con vida propia, buscando su próxima víctima. Todo muy intimidante, pero un total desperdicio en seres que no le podían ver. Los humanos nunca eran capaces de observar con detenimiento aquello que no deseaban ver. En este caso contaban con el problema añadido de que estaba furioso y su cabello que serpenteaba con el viento oscureciendo todo lo que estaba a su alrededor, era un buen ejemplo de lo cerca que estaba de perder el control.

–No sabía que el inmortal se estaba procreando. ¿Lo reportaste…?

–¿Qué tu crees? Además te recuerdo que aquello que sucedió en mi casa no debe interesar a la tuya.

–Cierto, pero aún no comprendo como has terminado en este lugar perdido de la mano de Dios, con tu secretario y sin guardaespaldas.

–Cazadores… los lobos tienen problemas, los árboles están siendo cortados cuando la ley PGWL que los protege está recién firmada. Los humanos están destruyendo la tierra y utilizando todas las trampas que pueden crear para salirse con la suya, por unos malditos billetes.– dijo con desprecio mirando a quien aún sostenía por el cuello. –Aclaro, yo vine con toda mi gente, estos idiotas lograron separarnos con un par de avalanchas de poca monta.

–¿Avalanchas? No señorita… juro que nosotros no tenemos nada que ver con eso. Crecimos en este lugar y sabemos lo peligroso que es provocar un derrumbe de nieve. Además es poco el control que se puede tener sobre una avalancha cuando esta comienza.

–Los hombres son bolsas de testosterona sin neuronas. Jehui, suelta a los caballeros y observa lo que te rodea. Ellos intentaron aprovechar una situación de por si sospechosa, lo siento por Nerón, pero esto es muy elaborado… – se detuvo al escuchar como el viento llevaba un zumbido a sus oídos. –¡Al suelo…!– Jehui se lanzó al suelo arrastrando con él al hombre que no había soltado en ningún momento durante la discusión. Se escuchó unos gemidos y el llanto del hombre que miraba horrorizado al monstruo que le sostenía. Parecía que al tirarse al suelo, Jehui había lanzado todo su poder a protegerlos y la forma humana que le era tan familiar había desaparecido.

–No me voy a ilusionar pensando que me salvas la vida hoy buscando un pedacito de mi corazón.

–¡Idiota! Te quieren matar y tu acosándome sexualmente, de nuevo.

–Corazón, estás cubriendo mi cuerpo con tu pequeño monumento a la mujer… hasta ahí llega todo pensamiento racional.– Lo vio levantar su mano y enredar sus dedos en algunas hebras de su cabello. La sensación fue para ambos electrificante, una sorpresa que provocó que dejaran escapar un gemido de placer ante el exquisito dolor.

–¡DEMONIO…! ¡Un demonio…!– el hombre los saco de su ensoñación y ambos intentaron a una vez detenerlo antes que saliera de la esfera de protección. Alatthy ahogó un gemido de horror al ver como la cabeza se desprendía del cuerpo, para luego caer al suelo con un sonido seco.

–Están usando aire. Cuidado, mi energía de reserva está a punto de acabarse y de seguro esperan encontrarme sólo.– Ella tuvo que asentir, era de conocimiento de todos que los demonios de la categoría de Jehui, tenían que trabajar con un límite de energía en el mundo de los humanos por aquello de la destrucción que podían ocasionar. Los ángeles tenían la misma regla, la diferencia se encontraba en que los ángeles que llegaban a ese nivel pasaban en su mayoría a trabajar a otros niveles paralelos del universo y evitaban la tierra. Los demonios en cambio, mientras no destruyeran la naturaleza y sí seres humanos, eran felices.

–¿Cuántos demonios conoces que utilicen el aire de esta forma?

–No muchos, pero si conozco más ángeles con ese poder.– dijo él con ironía.

–Lo mismo estaba pensando. Creo que el ataque esta dirigido al movimiento y por tu protección ellos están ciegos, no saben nuestra ubicación precisa. ¿Cuánto tiempo tenemos?

–Cinco minutos, pero creo que es menos si atacan directamente… parecen estar cambiando de estrategias. Tendré que romper los sellos que mantienen mi poder, si lo hago no será bueno para esta área. Maldición es una de las pocas que aún mantiene su fuerza inicial.– Ella tuvo que estar de acuerdo al ver como se formaban pequeños tornados a su alrededor, no dudaba de que estos fueran cargados de sangrientos propósitos. Y con la energía básica no podría sobrevivir.

–¿Qué te podría matar?

–Si no fuera por todo esto.– dijo señalando la imagen sangrienta a su alrededor. – Me sentirá muy ofendido ante tu pregunta. Mira que es algo delicado para nosotros los demonios que nos pregunte, precisamente eso, un ángel.

–A mi nivel o edad me importan un comino lo que pueda ofender a un demonio tan viejo como tu; ¿las bandas de aire te matarían?

–No, pero unas gotas de sangre de ángel en ciertos puntos de mi anatomía eliminarían mi esencia de forma rápida y segura.

–Carajo… y me lo vienes a decir ahora. Estoy cubriendo tu cuerpo precisamente con mi cuerpo, que si no se te olvida es el cuerpo de un ángel.

–Un muy hermoso cuerpo, diría yo.

–¡Idiota a la máxima potencia! Si nos empalan te has podido jo…– Él hizo lo único que creyó la callaría, la beso con pasión. Selló sus labios con los propios en un gesto desesperado, que salió fuera de todo control. La tensión en el cuerpo femenino desaprecio, entregando un sabor dulce al paladar que evocó largas noches de húmeda pasión junto a unos choques eléctricos que tentaban al demonio salvaje que fue en sus años de juventud. No pudo resistir liberar un gemido ronco mientras frotaba sus caderas contra las de ella. Por primera vez en siglos sintió con fuerza al dragón que vivía en su piel, éste intentaba salir de su cuerpo para unirse a ella. El grito de ella fue suficiente para sacarlo de su ensoñación, el dolor estaba presente en sus facciones y sus ojos lo miraban como nunca lo habían hecho; con miedo.

–Maldición…

–Muévete Alatthy…– el aviso llegó tarde ambos estaban bajo ataque y los habían encontrado como adolescentes, con las hormonas revueltas y las manos en lugares… picantes. Él sintió el golpe y vio el rostro bajo la mascara, pero no puedo comprender por qué ese rostro. – No lo mires al rostro, está usando una mascara.

–¿Qué?– Ella no entendía muy bien que había querido decir, pero intento seguir sus instrucciones. Notó varias sombras entre los árboles y siguió en línea recta contra ellas, intentando alcanzarles antes de que les cerraran todas las salidas. Tenía que detener la magia en el aire.

–Cuidado con las sombras.– dijo ella mientras corría intentando escapar del centro formado por paredes de viento.

–¿Qué sombras?– Él la vio atacar el espacio vació, en ese momento supo que la trampa era para ella, lo que explicaba la mascara que sonreía con malicia ante él.– No comprendo el porqué de estar contra ella, es un pez muy pequeño a mi lado.

–Jehui, no creas que has engañado a alguien con ese nivel dudoso. Hay muchos rumores que afirman sobre tu control de poder, siendo éste absoluto.

–No deberías estar haciendo caso a chismes de esquinas. Tu nivel cinco no se puede comparar conmigo, esto es suicidio.– El intento mantener la atención de Katashie, no podía dejar que se acercara a Alatthy.

–Cierto, pero no es tu cuello el que deseo rebanar.

–¿Padre…?

–Maldición… – fue un susurro, pero suficiente para que Katashie se moviera con rapidez.

–No esperaba que regresaras tan pronto. Tengo que protegerte mi pequeña.– Sus gestos y mirada cargada de ternura la desalmaron. Jehui vio con horror como ella bajaba su espada y con pasos titubeantes se acerco a quien apretó con mayor fuerza la empuñadura de su espada.

–Mira que eres terca, te dije que no le miraras.

–Pero es mi padre…

–No, no lo es. Yo me encargue de que tu padre no volviera a pensar en sus queridos humanos.– dijo el sorprendiendo a ambos oyentes.

–¿Qué?

–Es un secreto guardado a gritos, soy el que mato a tu padre en la última batalla.

–Pero…– Alatthy parecía realmente confundida.

–Dejando eso aclarado, este no es tu padre.– ella lo miró horrorizada y desvió la mirada hacía el impostor con los ojos cargados de lágrimas. El silencio cargado de electricidad, fue roto por el gemido de dolor de ella. Aun con el conocimiento de lo que encontrarían, ambos miraron el vientre femenino y el como una katana negra y ensangrentada salía de éste. Jehui se acercó para ayudarla, ante lo que ella reacciono dando unos pasos atrás asustada. El movimiento, pareció herirle en el pecho, pero no tuvo tiempo para pensar en el significado de ese dolor. Al sentir que le herían de igual manera desde la espalda.

–Disfruta de mi sangre Jehui.– dijo Katashie con una risa maliciosa.

–Maldición…– Él volvió a mirarle el rostro, cuando la vio asentir y se dejo caer al suelo rodando con impulso, sintiendo como el metal salía de su cuerpo, de igual forma la vio tomar fuerza. Ambos atacantes se sorprendieron al verse ante un contraataque por quienes estaban mortalmente heridos. Ella con una sonrisa siniestra movió su espada de forma horizontal, para luego mirar burlona a quien hasta ahora pensó había ganado. Mientras Jehui dio la vuelta en el suelo una vez más a gran velocidad para luego mover su espada de forma vertical, la hoja que parecía normal ante la vista fue bañada por fuego con la fricción del aire. Tanto él, como su dragón compartieron una oscura satisfacción al ver como su sable envuelto en llamas abría por la mitad al atacante de Alatthy que gritaba en agonía.

–“Bien hecho pequeño”– la voz de su dragón ronca y llena de emoción le sorprendió, era mucho el tiempo que no le escuchaba. –“Pendiente, la niña está mal herida y con la sangre envenenada.”

–Luego hablamos tú y yo…– Jehui, se volteo para encontrar a Alatthy. Sobre el cuerpo de Katashie. La katana negra había desaparecido, de seguro al morir su atacante esta desapareció con él. Lo que dejaba claro que eran uno y el otro parte del mismo ente, asegurando veneno en el cuerpo herido. El se movió con rapidez para tomarla en brazos y llevarla al santuario.

–“Detente mocoso impertinente…”– la voz de su dragón lo detuvo, se miro el cuerpo cubierto de sangre y lanzó una maldición por su torpeza. –“Exacto, tu sangre la mataría en unos segundos.”

Él saturó con fuego su herida y tomó trozos de nieve para lavarse, con la protección de ella baja no podía darse el lujo de exponerla al contacto con su sangre. Con toda su atención en lavar la sangre se sorprendió al escuchar una risa apagada unida a un gemido de dolor. Al buscar la procedencia se encontró con ella sonriendo, seguro burlándose de él.

–Preciosa.

“Bella.”– Jehui supó que estaba metido en problemas, cuando su dragón estaba así de activo y en sincronía de pensamiento.

–No te apures… ya me pongo en pie yo solita.– dijo Alatthy irónica.

–¡No! Puede que tengas veneno en tu sangre.

–¿Envenenamiento y tú poniéndote guapo? No me lo puedo creer, que he hecho para merecer a este idiota de pareja ante la calamidad.

“¿Está delirando?”

–No, siempre es así de irrespetuosa. Alatthy, no puedo tocarte con mi sangre, puede matarte ya que estás en shock y tal vez el veneno no te permita ver lo grave de tu situación.–  Ella asintió y comenzó a tararear una melodía que a él le era conocida. No era la primera vez que la veía refugiarse en ese tarareo.

“Esa hembra está tan loca como tú.”

–Lo sé…– dijo con resignación.

–Podrían dejar de hacer eso, tú y la mierda de mascota que tienes en el pecho. Me están dando dolor de cabeza con su cuchicheo de viejas.

–¿Lo escuchas?

–Siempre he sabido que está vivo, pues lo veo moverse por tu piel desde la primera vez que te vi en tu forma verdadera. Tampoco se me olvida que el desgraciado me mordió mientras tú te comportabas como un maldito adolescente. ¡Y que por si las moscas, me gustaba más cuando no sabía que era un idiota machista!

–“¿¡Qué!?”

–¿¡Qué!?– dijeron ambos a la vez mientras ella se desmayaba aún con una sonrisa burlona en los labios, disfrutando de seguro del horror que había provocado.


 

Capítulo 2

El ruido del agua chocando contra las piedras y la voz de Jehui peleándose con alguien era lo único que sostenía su consciencia dentro de ese caos. Pero daría hasta su último dólar por meterle una media a cada uno de ellos en la boca, a Jehui, a su condenado Dragón, que no dejaban de meterse en problemas y a quien les estuviera azuzando para que siguieran con esa restriba eterna.

– Eucilp, qué le sucede. Nunca he visto una reacción como esa ante el veneno.

“¿Está muriendo?”

– No, está asimilando los cambios a su sistema.– dijo la voz con suave ternura.

“¿Cambios?”

– ¿Qué?

– Está cambiando su núcleo para sobrevivir. Es un mecanismo de defensa en los que son como ella. Absorberá el veneno, luego será inmune a este tipo, dando más de una sorpresa a quienes le ataquen. Lo malo es que la alejará todavía más de los ángeles.– dijo Eucilp con una sonrisa tierna mientras limpiaba la frente sudada de la joven que murmuraba incoherencias.

–¡Eso es imposible…!

–Extraño, esas fueron mis palabras cuando comprendí lo que sucedía con la mujer que la trajo al mundo.

–Pero; ¿no era humana?

–Nunca te has preguntado por que los ángeles la rechazan.

–Por ser hija de un ángel con madre humana y la caída de éste se le adjudica a ella. ¿No?

–¿Cuántos nefelims existen y cuantos conoces?

–En existencia hay muchos, creo…, es normal verles una vez o dos recién adquieren su marca, pero luego se vuelven tan escurridizos como sus padres.– Jehui intento responder con sinceridad.

–Interesante, eso expone otra pregunta si es de esa forma por qué los demonios siguen viendo a Alatthy, cuando hace poco más de un siglo que obtuvo su marca.

–Esa es fácil, la muy terca sigue salvando a los malos.– dijo con la voz cargada de burla.

–Cierto, pero hasta ahora es el único ángel o nefelim que lo hace. ¿Por qué recibe el llamado de auxilio de buenos y malos?

–Eucilp estás podridamente loco. No entiendo a donde quieres llegar con el jugo de las mil preguntas. Pero me estoy cansando, necesitas hacer algo para salvarle la vida. ¡AHORA!- Jehui sabía estaba perdiendo su control, vio como los vasos en la mesa temblaban y quiso ahogar un grito de frustración. Llevaba tanto sin perder el control, más en ese instante sentía que podía hacer explotar el lugar.

–Jehui, ella es única en nuestro mundo, algo imposible y jamás había pasado según los antiguos archivos. Yo vi como su madre absorbía la esencia de Diendro, para cambiar su núcleo y así salvar la vida de su hija. Ambos entregaron todo lo que eran, para darle la vida… felices de que ella sobreviviera. Diendro, sólo duro unos meses después del nacimiento de la niña, logró dejarla en manos de quien sabía cuidaría bien de ella para luego enfrascarse en su última batalla.

–¿Qué eran…?

“Un ángel y un demonio.”

–Exacto…– Esa afirmación trajo consigo un silencio mortal. Eucilp, miraba al Dragón en el pecho de Jehui con duda, nunca antes había tenido una conversación con él, pero sabía muy bien que provenía de una maldición que no había salido como esperaban.

Jehui observó con atención a Alatthy, conteniendo la sorpresa de lo recién descubierto y un poco de dolor, por haberla juzgado mal. Él había sido uno de los que siempre se burlaba de su aparición cada vez que llegaba a salvar al malo de la escena. Nunca pensó en el significado de que ello fuese posible. Ahora tenía el problema de identificar; ¿Por qué él dolor de ella lo afectaba de forma tan profunda?

–Ve… medita en lo que has descubierto. Siendo hija de sus padres es roca fuerte ante la tormenta. –Eucilp, sonreía con ternura a la joven que él trajo al mundo. Si sus compañeros supieran realmente lo que significaba ese nacimiento, hubieran intentado cortarle la cabeza y no sólo infectarla con veneno. –Vamos pequeña, tienes a Jehui volteado de cabeza y sin saber que hacer con los sentimientos que le has dejado metido en el pecho.– dijo en cuanto vio al mencionado salir por la puerta. 

–Jehui… Jehui…– respondió ella dentro de su delirio Eucilp no tuvo más que sonreír con dulzura al ver que el sentimiento era mutuo.

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-¿Eucilp? ¿Qué hago aquí?

            -Hola pequeña, Jehui te trajo, parece que quedaron atrapados en una emboscada. Jehui, está bien, así que no te pongas en pie.- dijo él apresurado al ver que ella intentaba incorporarse aun cuando no contaba con las fuerzas necesarias. La vio desplomarse segundos después con un gemido y no pudo más que sonreír al ver como hacía un mohín con el labio inferior. Lastima que Jehui no lo había visto. -Bueno, él se lo pierde. 

            -¿Qué?

            -Nada, toma esta bebida, te ayudará a recuperar tu energía. Creo que la vas a necesitar.- Ella asintió y en silencio tomó la amarga medicina, para luego recostarse y cerrar sus ojos. Dejo escapar un gemido al ver que la única imagen en su mente era la de Jehui, con su forma demoníaca, sus cuernos negros brillando y la mirada cargada de fuego.  

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            -Maldición es casi una de las nuestras, cómo es posible que no lo hubiera sabido.

            -“No nacen muchos como ella. Es normal que el cuerpo de un ángel o un demonio rechace la semilla del otro.”

            -Tú sabías de esto ¿no? ¿Por qué?

            -“Cada cierto tiempo nace uno. Yo estuve en el nacimiento anterior y nunca pensé que hubiera un segundo bebé con las mismas condiciones. Ella será muy poderosa, tanto como para cambiar el nivel de la balanza.”

            -Ella es buena… jamás destruiría a los humanos que tanto ama. Y yo creo que siempre seré más poderoso como para destruir a cada uno de esos gorilas.

            -“Pues tu lo serás, pero no creo que tus compañeros sobrevivan. Sólo esperemos que no se enoje antes de saber controlar su poder. El niño anterior fue capaz de hundir Atlantis en una de su rabieta.”

            -De esa me acuerdo, cuando era un chico solías contarme como yo la había hundido porque no me dejaron jugar con el príncipe o algo así. Me alegra saber que conoces a quien lo hizo. No es bueno decirle eso a un niño, sabes. Crece cargado de complejos y con una necesidad compulsiva por obtener el control.  Aunque a mi me vino muy bien.

            -“Exacto… Jehui, exacto.”

            -¿Qué?

            -“Fuiste ese niño y el único a mi saber que ha sobrevivido en el vientre de su madre. ¿Por qué pensabas que estoy contigo? Yo en tu piel fui un intento de matarte cuando sólo eras un bebe. Pero me absorbiste y me convertiste en tu mejor amigo y en un arma letal como jamás logre ser en manos de los que no tenían el poder para alimentarme”

            -¿Por qué no recuerdo esto?

            -“¿Cuál es la regla de todo gran poder?”

            -Debes pagar un gran precio.- Él comprendió que su precio habían sido sus recuerdos.- ¿Mis padres…?

            -“Puedes estar tranquilo, te amaron y protegieron todo lo que les fue posible. Tu padre murió ante los que me enviaron a devorarte y tu madre poco después. Es como si uno no pudiese sobrevivir sin el otro. Ella me dejo cuidándote y me hizo prometer que sólo te contaría la verdad si era necesario. Solamente nacen niños como ustedes de parejas que tienen una gran capacidad para amar, de igual manera tienen un gran sentido de justicia y entrega.”

            -No entiendo, como comprendieron o aceptaron sus puntos de vistas tan diferentes. ¡Eran completamente opuestos!

            -“No tanto pequeño…, si lo piensas existe un punto medio que se vuelve difícil de obtener, pero existe.”­- el Dragón volvió a acomodarse en su piel, como si fuera solamente pintura. Lo que significaba que estaban observándoles. Jehui, murmuro unas palabras en arameo y sus ojos se llenaron de llamas. Una mirada que le permitía ver la esencia de aquellos que le rodeaban y así descubrir sus intensiones. La figura estaba a su izquierda y parecía más inquieta; inestable…

            -¿Qué quieres…?

            -Nada señor… bueno no mucho. Es que nos enteramos que fue atacado por un ángel y que Nerón Claudio Druso César Gemánico, ha muerto a sus manos.

            -Escucharon mal, Nerón murió a manos de humanos y un demonio menor ataco a un nefelim por la espalda.- Jehui lo vio palidecer y sonrió, el sabandija sabía los detalles. -No te preocupes pequeño, si hubo un ángel pero este no murió por mi mano y el demonio no murió a manos del pequeño intento de ángel, así que la batalla no ha comenzado por mis acciones o en mi defensa.

            -Lo siento señor, no entiendo de que habla.

            -Es muy fácil pequeño… no hubo más sobrevivientes que la pequeña nefelim y yo. Así que los únicos que podían saber del ataque son aquellos que tenían el conocimiento de ante mano de lo que estaría sucediendo.- Jehui sonrió y le vio palidecer.- Dile a tus compañeros que la muerte de Nerón costará muy cara a todo aquel que supo, planeo o se entero del ataque y no se movió.  

            -No puede…

            -Matarlos… cierto, pero desde mutilarles, herirles, perseguirles y todo lo que va unido a eso sin llegar a quitarles la vida, es permitido por nuestras leyes. ¿Verdad? Cuidado cuando se vayan a dormir.- Lo vio temblar con satisfacción ante las miles posibilidades. -Luego hablaremos…

            Jehui le tocó el hombro a modo de despedida, pero dejando una pequeña sorpresa para quienes atacaran al pobre diablo. Dio la espalda con una sonrisa en los labios escuchando los murmullos de su Dragón recalcando que fue un error dejarle con vida. Pero él silbaba en todas las posibilidades que tenía con su nuevo grupo de juguetes. Todas las imágenes que llegaban a su mente eran de alta calidad y la sangre, los gritos de dolor  e intentos de escapar, estaban en cada una de ellas.

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            -Jehui, al fin… ya despertó y ha preguntado por ti. Creo que me han llamado por una violación a las leyes del Santuario, tendré que salir fuera del hogar.- dijo Eucilp sin perder la sonrisa. Él entró en la cueva e intento absorber la hermosura del lugar, los colores claros de los tejidos, contrastaban con la oscuridad de las paredes. Ésta había sido convertida a través de los siglos en un verdadero hogar, con la cascada al lado para aliviar a enfermos o heridos, a todos por igual. Él volvió a pensar en un punto medio entre los ángeles y los demonios, sin poder llegar a una conclusión.

            -¿Jehui, eres tú?

            -Sí pequeña tormenta; ¿cómo te sientes?- Él la observo a detalle, tuvo que detener sus pasos por la sorpresa de encontrarse de frente con una mujer enamorada, sonrojada y esperando por la llegada de su príncipe azul.- Alatthy, no deberías mirarme de esa forma. Yo soy el villano en la historia. Que no se te olvide.

            -Nunca has sido un villano para mí, me alegró el saber que estás bien y que me habías salvado la vida.- Él tuvo que morderse la lengua para no soltar la retragila de maldiciones que estaban por escapar.

            -Pequeña, no sé que te ha dado el mata sanos loco ese, pero es muy peligroso el que me quede aquí… tú estando… bueno así.- hizo un gesto de rendición con las manos al no encontrar las palabras correctas para explicar lo que veía. No quería aprovecharse de ella y mucho menos mostrarle lo poco delicado que era. Para los demonios la ternura que necesitaba un ángel no existía y en un momento de locura podría tomar lo que no le pertenecía con brusquedad.

            -Mira Jehui, lo que me hiciste. Soy tuya: ¿¡y me rechazas!? Eres cruel…- ella se hecho a llorar como una niña.

            -No sabes lo cruel que soy y me tengo que ir ya que no quiero mostrarte ese lado de mi naturaleza.- Contestó él con los puños apretados y los ojos cerrados. Sospechaba que lo que ella le había pedido que mirara enviaría por la borda toda su buena voluntada y deseos.

            -¿De verdad?- fue la electricidad en el toque y no la sonrisa que escucho en su voz, lo que le hizo abrir sus ojos, se arrepintió del movimiento en cuestión de segundos. La camisola que la había cubierto durante su enfermedad, no estaba en ningún lugar cerca y en su cuerpo, en el bajo vientre se veía moverse un dragón muy parecido al que él tenía en su piel. Sin embargo, era azul oscuro en vez de negro y rojo. Lo segundo era la reacción en los pechos femeninos, y que ella levantaba la barbilla esperando el rechazo.

            -Maldición pequeña… sabes lo que realmente estás haciendo.

            -Estoy siendo sincera… ¿No te gusta? Prefieres cuando te trato mal…- dijo con el labio inferior temblando, era como si en cualquier segundo se fuese a echar a llorar de nuevo.

            -Cuando eres una tormenta irrespetuosa, puedo mantener las manos quietas. Ahora, si continuas mostrándome tu hermoso cuerpo mientras me miras con amor; me voy a olvidar que estás bajo los efectos de medicamentos y te voy a hacer mía… nada de acusarme luego de ser un pervertido.

            -Sí… por favor…- susurró ella acercándose más a él, pero con un brillo de triunfo en la mirada.

            -No vas a ser una dulce damisela… ¿verdad?- dijo tomando aire y disfrutando de su aroma de mujer, pegándola, luego de inspirar, contra su pecho.

            -No… para nada…- Con esas palabras cruzo los brazos tras su cuello, enredando de forma inmediata los dedos en el cabello, para luego halar con fuerza. Él soltó un gruñido al sentir sus pequeños dientes apretando la carne blanda de su cuello. En ese instante supo que estaba perdido, pero no escondió la sonrisa de placer que afloró a sus labios ante la sensación. Para luego entregarse al fuego que ella había despertado, una ardiente pasión que le exigía que la tomara por completo. La levanto del suelo, obligándola a enredar sus piernas en su cintura mientras él con sus manos bajo la suave carne de sus glúteos la llevo hasta la cama.  


Capítulo 3

            Jehui se dejó caer en la cama como si fuera un peso muerto, olvidándose de la gravedad y concentrándose en  atrapar los labios de Alatthy con los suyos. En cuanto logró capturarla comenzó una exploración de su boca con su lengua disfrutando del sabor dulce de esa húmeda caverna. Gruño al sentir la uñas femeninas abriendo su piel, el instinto inferno que todos los de su raza guardaban en su interior gimió de placer. Sus manos se volvieron codiciosas, devoradoras frenéticas ante las curvas femeninas.

            Alatthy estaba dentro de un vértice de sensaciones, su cuerpo era un mar embravecido y exigía liberación a través de sus sentidos. Sin control atrapó entre sus dientes el labio masculino, hasta hacer gemir de dolor, hasta sentir el sabor metálico de su sangre en el paladar, hasta sentir entre mezclados el placer y el dolor de múltiples caricias en sus cuerpos. Donde cada uno buscaba superar y doblegar a través del placer el cuerpo del otro.

            -Más… quiero más…

            -Alatthy; ¿Ésta es tu primera vez liberando al instinto?- La voz ronca de él era trabajosa, como si le costara formar las palabras con coherencia. Su frente brillaba con las primeras perlas de sudor, mientras había tomado en su mano derecha las muñecas de ella en un intento por controlar las caricias que le estaban enloqueciendo. 

            -¿Qué?- dijo soñolienta y con la mirada perdida en ese algo que deseaba, más no podía ponerle nombre.

            -Maldición…- Jehui, supo que tenía que bajar la intensidad. Las primeras relaciones eran atroces para un cuerpo virgen, más Alatthy no tenía un cuerpo diseñado como él para recibir dolor sin realmente sufrir daños permanentes. Se dispuso a bajar la intensidad susurrando a su oído algunas palabras que no entendió de donde provenían por que él no era tierno.- Corazón… respira, tienes que tomarlo con calma, tenemos toda la noche por delante para disfrutar de nuestra unión. Tu cuerpo… no está preparado para recibir o enfrentarse al instinto de un demonio.

            La suplica llegó a oídos sordos, ella negó con fervor, liberando una de sus manos y buscó acariciar más abajo. Él no pudo evitar notar que el cabello de ella había cambiado, estaba largo y tenía rayos rojos sangre. Así mismo entre las hebras de su suave cabello se podían vislumbrar un par de cuernos pequeños. Estos se podían confundir con protuberancias coexistentes con la reacción ante golpes fuertes. El problema se producía al descubrir las líneas doradas que creaban formas casi angelicales en ellos. Sí ella tomaba una forma mezclada de ambos clanes; qué le sucedería a la forma de él, si se dejaba llevar. No era inexistente la posibilidad, estaba seguro que la molestia dentro de su pecho tenía que ver con esa parte que había olvidado.

            -Jehui, déjate llevar… olvida todo. Yo estoy contigo y no me arrepentiré de lo que suceda…

            -Lo dices como si yo tuviera una conciencia que me molestará ante el alba. Recuerda que estás en la cama con un demonio muy pervertido.- Ella curvó el cuerpo y lamió el labio inferior con deleite. Las palabras pasaron al olvido, pero no fueron suficientes para hacerle olvidar a él la preocupación por ella y su bienestar físico. Sin embargo, el tacto delicado de sus dedos en esas partes excitables de su anatomía, habían logrado tentar a su instinto, tanto como para hacerle gruñir como león ante el placer.

            -“Pequeña…”- Era una palabra, una súplica, pero nunca llegó a comprender que significaba. En ese instante algo dentro de él estalló, hirviendo como un rió de lava incandescente. La escuchó susurrar un sí melodioso antes de morderle con fuerza en el pecho.  El ser consciente murió en ese instante, le beso con fuerza, ternura y algo de salvajismo. El ser que guardaba dentro de sí se fundió con ese sentimiento tierno que ella despertaba ya por meses, aún sin saberlo. Por primera vez Jehui, escuchó como latía su corazón. El sonido incoherente en su anatomía le tomó por sorpresa, era consciente que sólo era un músculo con una labor fisiológica, pero allí, con el dolor en el ritmo acelerado en su pecho, descubrió que le amaba con locura y que le amaba desde siempre.

            Alatthy, se sentía volar, su cuerpo era devorado por corrientes eléctricas tomando mayor intensidad en los lugares en que se tocaban. Alimentando la fiereza que hasta ese día en ella dormitaba. Nunca había logrado alcanzar la etapa fría y no emocional en la que los ángeles funcionaban, por ello siempre sintió que era diferente. Por otra parte, ahora comprendía que esas emociones que algunos ángeles veían como algo innecesario e incomodo le daban a ella, su ser. Gimió al sentir los labios de Jehui cerrarse sobre uno de sus pezones endurecidos. Ella buscó tocarle y sentirle, su pierna desnuda subió acariciando su costado, produciendo con el contacto, pequeñas descargas que aumentaban el salvajismo de su anhelo. Quería alcanzar ser sólo uno…, dentro de su desvarío lo vio sonreír mientras dejaba un rastro de besos por su vientre y caderas. Comprendía muy bien que se proponía, había visto en más de una ocasión como algunos humanos disfrutaban del sabor y textura de sus parejas y sus áreas privadas. Ahora ella comprendía la tensión de quien recibía dicha caricia, era un momento cargado de erotismo, su cuerpo se tensó al contacto con sus dedos y labios. Ciertamente, nunca lo imagino como un amante tierno y paciente, pero allí sobre esa nube de apasionamiento él estaba obsequiándole con el secreto de su  placer.

            Jehui, la escuchó gemir y sonrió al pensar que iba por buen camino, la sintió temblar como una hoja en el otoño, sin evitar abrirse a él como una flor ante la primavera. Con un gruñido se dispuso a disgustar el dulce sabor que hasta ahora siempre había escondido, que era inexplorado e inocente. Los dedos de ella se enredaron en algunas hebras de su cabello ante el primer contacto de su lengua. La doble sensación fue para él su perdición; abrió su boca y con fuerza lamió, succionó, mordió esa parte sensible de la anatomía femenina, disfrutando incluso más que ella de cada caricia ante su reacción. Se estremeció de placer al escucharla decir su nombre como dulce letanía, entregada y jadeante. El espectáculo era digno de ver, él sonrió sin poder evitarlo, Alatthy se había dejado llevar por el instinto inferno mezclado por esa esencia angelical, su mente aún después de varios minutos seguía confundida dentro de ese mar de placer y anhelos incomprendidos. Sus dragones tampoco se habían detenido en la búsqueda de un mayor contacto. La piel de ambos era un lienzo abierto para esos seres místicos, únicos testigos de su unión. Al verla acariciar el punto palpitante que él había abandonado por observarla se acomodo con premura entre las piernas femeninas. Su miembro endurecido, latiendo ante su necesidad, invadió su cuerpo de forma rápida mientras la besó profundamente. La sintió gritar en su boca, tragando todo sonido satisfaciendo ese lado salvaje, pero la ternura nacida en él por ella, exigía más cuidado. Logró respirar profundo en ese instante donde se agarra a la poca cordura, deteniendo todo movimiento, esperando que su cuerpo se ajustara a la invasión y que el dolor se convirtiera en placer.

            Caliente, Jehui estaba latiendo ardiente dentro de ella. Alatthy, no podía creer lo doloroso que había sido esa primera penetración, pero el que no se moviera dentro de su cuerpo le permitía ajustarse a él y buscar con movimientos delicados ese algo que llamaba a su… instinto. Se encontraba en ese punto donde se aprendía a disfrutar de la invasión, dónde el cuerpo marcaba el ritmo y exigía más de lo desconocido. Comprendía que parte de los latidos que sentía en la parte baja del cuerpo eran provocados por su propio cuerpo. El instinto le decía que había algo más, pero su falta de práctica o inocencia no le permitía poner en palabras dicha necesidad. Al buscar su mirada intentando explicar lo que deseaba se perdió en el fuego rojo que llenaba sus pupilas masculinas. Él respiraba agitado, el que su cuerpo en tensión gritaba auto-control no importaba. Esa mirada la engullo y con un descaro poco usual en el ella, subió las piernas a los costados para luego susurrar un “más” que se integró a un gemido de placer al él complacerla.

            Lo estaba volviendo loco, ese viaje de placer con un ángel y diablesa lo estaba llevando al borde de la locura. El gimió sin poder evitarlo al mirar como el cuerpo de ella se arqueaba para recibirle, con los talones enterrados en el colcho, una mano en su pecho dejando la marca de sus uñas y la otra atrapando el respaldo de la cama, era la imagen de una diosa… su diosa.

            -Te amo Alatthy…- La escuchó gritar una respuesta a las palabras que escaparon de su alma, pero no comprendió lo dicho ya que su liberación lo tomó por sorpresa. Mentalmente se dio una patada al sentir el placer y agotamiento que a él llegaba, ello no evitó la sonrisa en sus labios al notar el sonrojo en ella y rostro satisfecho. Puede que la falta de control no le hubiera gustado en lo personal, pero no había duda, había sido una experiencia… celestial.


Capítulo 4

Al despertar no pudo resistir un gemido, su cuerpo nada acostumbrado a esos… ejercicios estaba resentido en lugares que ella nunca imagino tenía músculos. Escuchó una risa ronca y sensual, cerca de su oído, supo de inmediato quien era, más con sólo recordar todo lo que había sucedido durante su primera noche de pasión, sintió como el calor llenaba su rostro.

-Estás preciosa pequeña… El rojo te queda bien.- no pudo evitar que el calor en su rostro subiera en intensidad ante esas palabras.- Sólo para dejarlo establecido en el record… te amo. Ni idea de cómo sucedió, pero las emociones están dentro de mi.- él tomó la mano de ella y la colocó en su pecho, donde un latido fuerte se podía sentir.

            -¡Imposible! ¡Tienes un latido…! ¿Pero cómo?

            -Tú me lo dirás… parece que el sentimiento que despiertas en mí, mantiene con vida mi corazón. Extraño… ¿no?- Con esa sensación de estar soñando, él la pegó contra su pecho y la volvió a besar con ternura. No pasó mucho tiempo, cuando el beso fue interrumpido por un temblor de tierra, ambos se pusieron en pie en cuestión de segundos, pero no tomaron tejido alguno para cubrirse, sólo en sus manos había dos espadas esperando la futura batalla para ser usadas.

            -¿Esa no es la Katana de… con la que te empalaron? 

            -Sí…- ¿Eso nada más? Él tendría que sentarse con calma a sacarle los pedazos de verdad que ella aún guardaba dentro de sí.

            -“Eso tendrá que esperar… vienen por ella.”

            -Ya veremos…- contesto Jehui al susurro de su dragón que se sentía caliente sobre su piel y se preparaba para la lucha. Algo había cambiado en él, pero aún no podía descifrar el qué. Negando con su cabeza, se agachó y tomó entre sus dedos la sabana de seda que les había cubierto durante la noche. En el proceso de subirla a la altura de Alatthy la transformo en un vestido. Ella sólo lo miró con duda por tal acción y esperó una explicación. -No digas nada, pero si es Eucilp el que entra por esa puerta y te ve desnuda, le sacare los ojos.

            -¡No entiendo!

            -“Eso se llama celos y parece que el caballero es celoso en extremo.”- Jehui la vio saltar ante la voz musical en su bajo vientre.

            -“Dragoneza… bienvenida”- dijo el Dragón desde el brazo derecho de Jehui, el que más cerca se encontraba a está.

            -A ustedes dos les pido, no permitan que olvidemos esta noche…- Alatthy tenía muchas preguntas, pero sabía que ese no era el momento.

            -Parece que sus iguales encontraron la profecía sobre ustedes. Como era de esperarse desean matarles.- Eucilp entró en la habitación con su vestido llenos de aberturas y manchadas de sangre. 

            -¿Ángeles?- dijo Jehui con sorpresa.

            -¿Y demonios?- dijo Alatthy con un temblor en la voz.

            -¡Trabajando juntos por primera vez en siglos, no se la pierdan!- Ambos observaron que Eucilp no parecía sorprendido ante ese desarrollo. 

            -Podrías explicar la mención de una profecía.

            -La madre de Alatthy fue una vidente, que vio como el cielo y el infierno se unían en un solo ser, para dar un final a los mundos conocidos. Sin embargo, ella dijo que el hijo de su vientre era sólo parte de la ecuación. Tu padre Alatthy, Diendro, tuvo la misión de eliminarla antes de que su hijo naciera. Con tu presencia puedes imaginar cual fue el resultado. Todos los registros fueron eliminados antes de tu nacimiento. Tu querida, te criaste como humana por que así tu padre lo decidió, hasta la muerte de éste que velo por tu seguridad hasta la última gran batalla.

            -Eso fue largo… ahora que sucede con los demonios, por qué ellos se unen a la casería.

            -Alguien dijo que Alatthy, tiene el poder de hacerles ángeles otra vez.

            -¿Qué yo… ¡qué!?

            -Ya entenderán… ambos. Lo siento mis amigos, pero debo resguardar la cascada, es la única forma de que muchos sobrevivan después de esta batalla. Aunque la sola idea de que han roto con la tregua en este lugar me hace hervir la sangre, no obstante hay que ver que los muy tontos por primera vez se han unido, siendo ellos los que den comienzo a la profecía y no un hijo de ustedes dos.

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            Alatthy no sabía que hacer, era tan difícil de creer el que esa situación fuera real. Nunca en los siglos de historia se había sabido de una unión como esa. Ellos eran el enemigo en común que había unido una vez más a los hermanos que siglos atrás se habían separado. Era injusto, pero a la vez era un regalo único si fuese lo último que viese en su vida.

            -Deja de pensar de forma tan pesimista, lo primero es salir de aquí. Tenemos que buscar áreas abiertas.- Jehui, tomó con premura la ropa y la colocó sobre su cuerpo desnudo de cualquier forma. Ella sonrió con picardía al notar los movimientos rápidos y las miradas de soslayo que le lanzaba.

            -“De mirar nada niña, tenemos que vestirnos y prepararnos para la batalla. Yo cuidare de tu espalda… pero debes estar despierta”- La Dragoneza parecía reír con su voz. El comentario provocó que Alatthy se sonrojara pero no la hizo abandonar las miradas furtivas al cuerpo de Jehui.

            -¿Listo?- él asintió, para salir por la puerta ambos preparándose para la lucha. El ruido en las cavernas era mucho, un mundo cargado siempre por los sonidos de la naturaleza se veía invadido por los sonidos de una batalla. Gritos y respiraciones fuertes, la carrera de cientos de pies buscando a quienes deseaban eliminar. El aire mismo parecía cargado con electricidad.

            -Son más de los que esperaba. ¿Qué hicieron? ¿Enviaron a la maldita caballería?- Jehui deseaba enviarla a un lugar seguro y él enfrentarse a ese infierno solo. No obstante esa opción desaparecida al ver el rostro decidido de ella, que sonreía como quien tiene ante sí un balde cargado de golosinas.

            -No, sino me equivoco el cielo y el infierno están en medio de un cambio trascendental… y nosotros dos somos la causa. Estamos jodidos.- Esa imagen será realmente extraña.

            -¿Qué?

            -“Ya comprenderás pequeño. Es mejor que salgamos de aquí y busquemos áreas de mayor movilidad.”- Alatthy sospechaba en esos instantes que el dragón que ahora recorría su piel y la de su… amante eran mucho más de lo que jamás había pensado. Tenían una visión amplia del campo de batalla que frente a ellos se abría comprendiendo todos los pormenores de la misma. Sin embargo, tenía que admitir que ese no era el momento de hacer preguntas.

            Al salir al claro del lado oeste, lejos de la cascada, aguardaban a su encuentro cientos de rostros. Ambos cuadraron sus cuerpos en plan de batallas con sus espadas listas para el combate, pero sus miradas lucían confundidas por la multitud de ángeles y demonios, que sobre una rodilla y con los rostros agachados les esperaban. Era como si estuvieran en reverencia, aguardando por algo mayor, por una orden… la imagen era incomprensible.

            -¿Alguien podría decirme que carajo sucede aquí?- Jehui estaba a punto de explotar. No le gustaban las situaciones incomprensibles y esa tenía toda la pinta de ser una.

            -Ha dado comienzo, la profecía de Lektandra, ha dado comienzo. Como ha de saberse sobre la tierra y en todo el cielo, Legión estará con su reina en esta batalla.- Un demonio con aspecto feroz y enorme, sobre su rodilla había hablado, lo espeluznante de la imagen era que se veía repetido de forma idéntica cientos de miles de veces.- Los jinetes de Apocalipsis esperan el llamado de mis señores.

            -¿De verdad esperan que acabemos con el mundo?- Preguntó la pareja al comprender la batalla de grandes proporciones que estaría en sus manos. 

            -No mi señora, pero si que termine con esta guerra entre hermanos.- Repitió el demonio y un ángel a su lado secundo con sus gestos la contestación. La sonrisa tierna en los labios de éste, sólo logró ponerla más nerviosa, algo que no había logrado con su apariencia Legión.

            -Legión no veo a los tuyos contigo. No todos están de acuerdos con este bando.- Jehui dijo con seguridad.

            -No señor, nuestros hermanos nos esperan, como sabe sólo los generales podemos controlar nuestra energía ante emociones fuertes, ellos decidieron esperar para ofrecer sus respetos.- Jehui asintió con una sonrisa en los labios, pensando en los números que se añadían.

            -No estoy cien por ciento seguro de qué está sucediendo pero necesitamos proteger la cascada. Legión a diferentes niveles rodeen el lugar y detengan a todos los que deseen derrocar a Eucilp.- Los que asintieron al responder al nombre de Legión desaparecieron segundos después.- Bien el resto dispersasen y protejan en la medida que puedan la Isla. Recuerden es tierra sagrada, no comiencen la lucha.

            -Pero nadie muera por la tregua. Ellos lo inician, ustedes asegúrense de terminarlo.-  Alatthy estaba furiosa. Nunca pensó que vería ese lugar bajo la tensión de una batalla. Esa isla era su hogar, su refugio.

            -Señor; ¿su seguridad?

            -Nosotros nos encargaremos de ella. Ahora mismo tenemos que controlar o minimizar el daño que se hace a éste, nuestro refugio.- Jehui, estaba preocupado por los traidores que podían estar en esas filas de supuestos seguidores. Era mejor cuidarse solos a esperar ser apuñalados por la espalda. -¡A moverse!

            El claro se quedo vacío en un pestañeo, se sentía la energía de los que les vigilaba desde las sombras. Ella hizo señas hacia los árboles que parecían más oscuros y siniestros, aún bajo la luz del sol. Ambos sonrieron con burla, de verdad los que les rodeaban esperaban tomarles por sorpresa.

            -¿Qué vamos a hacer? No esperaba una división tan profunda.

            -Ya no hay vuelta atrás. Tenemos que buscar las piezas de este rompecabezas y ahora no tenemos tiempo para ello. No me gusta estar a ciegas.- Mientras hablaban se escuchó el gritó de guerra en algún lugar lejano y con él, el tiempo pareció detenerse.

            -Jehui, que bien encontrarles juntos. Siento decirte que hoy mueres.- El mencionado sólo negó con su cabeza y un par de carcajadas escaparon de sus labios burlones.

            -Por qué será que no me parece rara tu presencia. Para mi que el tipo se metió algo raro. Alatthy te presento al idiota de mi hermano, Rethael.- Ella sonrió y de forma deliberada mostró su Katana, lista para el combate y el rostro brillante con la sonrisa.

            -La mezcla está clara en aquellos que nunca debieron nacer. Malditos mezclados…- El odio y la rabia había subido en intensidad en Rethael, que miraba a ambos como si fueran insectos.

            -Recuerda que no fue decisión mía sino de tu padre y al día de hoy nunca has logrado vencerme.- ante esa afirmación Rethael trono sus dedos y miles de rostros, una mezcla de pesadillas y sueños, dieron una mirada de odio a la pareja.

            -Me gusta el juego de números, a cuantos terminaremos enviado a Eucilp, es interesante la posibilidad. Eso sí, tú le explicas Jehui, mira que corre la sangre.- El asintió pero para provocar a todos, la beso en los labios. Le encantaba verla sonreír como una pantera.

            -Mi depredadora…- Susurró sobre sus labios. Ambos escucharon los cuchicheos de los que observaban con cara de espanto.- Amigos y enemigos, en ningún lado nuestro padre ha dicho que la unión de ángeles y demonios es prohibida. Mucho menos voy a atreverme a llevar la contraria a lo que el Padre ha permitido que suceda. Hoy mi corazón late, pero estoy seguro que no ha sido el único en latir por los encantos que poseen aquellos que en muchas ocasiones llamamos enemigos. Aquel que desee llevar fuerza y muerte, contra las posibilidades que nuestro Padre nos ha dado, vengan y conozcan el sabor de nuestras espadas. - Los murmullos tomaron volumen y parecían más confundidos que enojados en ese momento.- Hermanos, nacimos siendo una familia y hoy quieren destruir nuestra unión aquellos que desean mantener la división en esa familia, mantener el “status quo”. Los que son felices dentro de esa caja, son los que hoy están intentando destruir nuestra felicidad. Por ello todo el que este satisfecho en su pequeño mundo, de un paso adelante y con gusto lo enviaremos a los brazos tiernos del guardián de esta Isla que hoy violentan. No podrán vencernos, pero mucho menos podrán separarnos, hoy conocerán por qué se debe tener miedo a un ángel y a un demonio que luchan juntos.

            -¡Que así sea!- Gritó Alatthy lanzándose contra Rethael que la miró sorprendido por ser ella la que daba comienzo a la batalla y Jehui quien protegía su espalda. Entendió, mientras hacía frente a la Katana de ella,  que sus números habían bajado ante las palabras del idiota sonriente, que miraba a su alrededor notando el mismo hecho.

            -¡Maldito seas Jehui…!

            -Si lo soy, pero tres mil años más que yo, no te han hecho mi más inteligente ni más feliz. Así que no me ¡JODAS! y pelea con ganas, por que hoy corre tu sangre.- Ante esas palabras se movió unos pies más cerca y subió su espada de forma diagonal, para luego agacharse y acariciar de golpe con la daga el vientre plano de Rethael. Alatthy se había movido a la par y dio batalla a otros que se acercaron a luchar contra su hombre. Jehui, no la perdió de vista, más aún sonrió con orgullo al notar la agilidad en sus movimientos.

            -Pendiente hermano…

            -Sí, ya lo sé, pero es que su hermosura es una en un millón. No sé cual es tu problema, pero si sé que nuestra unión no lo es.- Por primera vez desde el comienzo de esa lucha Jehui, parecía serio, como si al fin comprendiera algo que no había estado claro hasta ese instante. Ambos dieron vueltas, uno alrededor del otro, listos para atacar.

            -Cierto, nunca me has caído bien, el hecho de ver a mi padre caer, sólo para verte nacer me hace desear arrancarte las entrañas.

            -¿Tú lo sabías?- El conocimiento lo golpeo con sorpresa.

            -Claro, el muy desgraciado me pidió que te cuidara. Cómo si eso fuese posible. Lo primero que pude hacer después de algunos lamentables accidentes, fue enviarte una maldición. Sin embargo, domaste al ser que es capaz de matar tanto a ángeles como demonios. Convirtiéndote en un temible adversario para muchos, para esas fechas no contabas con cien lunas.- el ambiente cambio, el aire frió calo hasta los huesos, el temblor en la tierra y el gemido de la naturaleza avisaban el desastre.

            -¿Qué has hecho?

            - Acabar con este maldito lugar.- Jehui comprendió muy tarde que él no era el centro del ataque, Eucilp y la Isla estaba en peligro. Se dio la vuelta para ir en auxilio del guardián, pero lo detuvo un ardor que cubría su cuello. Su hermano alcanzo un punto débil en su defensa. Un gemido escapo de su garganta herido, el hilo utilizado era mortal, el cabello de Morkish, una criatura maldita por el creador, por devorar a los ángeles, demonios y humanos por igual. Ese pedazo debió costar varias vidas y  provocaba que la piel no pudiera regenerarse. Un grito de rabia atrajo su atención. Alatthy veía horrorizada como la vida escapaba de su cuerpo. Deseo poder decirle que la amaba, aún más al ver sus ojos cargados de lágrimas, sus alas extendidas coloreadas en rojo y blanco, más a la Dragoneza tomando forma fuera de su cuerpo.

            -“Hermosa…”

            -Sí…

            -Sigues estando malditamente loco.- Rethael No podía creer la sonrisa enamorada en los labios de su hermano, el demonio más cínico había sido capturado por un ángel. No había forma de que su familia regresara a su tiempo de glorias. Jehui también deseo poder contestar ante el comentario, que el loco era él, por ser incapaz de ver lo iba a suceder.

            -¡Entre cielo y sombra! No hay fin para los que traicionan. Que la sangre se detenga y que el tiempo haga pausa. Ya que la cazadora desde hoy se encuentra agazapada dentro de mi cuerpo y muerte a todos los traidores concede.- Las palabras de Alatthy detuvieron la acción de todos. El viento mismo se unió a su voz mientras daba vueltas alrededor de todos los presentes. Jehui la vio sonreírle y con tristeza despedirse.- Luego nos vemos mi amor…

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            Y el cielo mismo se oscureció, sólo los gritos de agonía se escucharon, liquido cálido callo sobre su rostro, Jehui sintió un dolor agudo en el pecho al escuchar el gemido herido en la voz de su hermano, no tuvo duda que su cuerpo fue el que cayó a su lado. Alatthy seguía llorando pero los gemidos de dolor no se detenían a su alrededor. “Su ángel”, la inconsciencia se lo tragó después de ese pensamiento, dejándose morir y deseando volver a verla.

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            Jehui, abrió los ojos y se sorprendió al ver un techo conocido. Eucilp sonrió con ternura y la mirada cargada de tristeza. Él ya sabía lo que significaba. Ella, su Alatthy ya no estaba.

            -¿A cuántos mató?- preguntó con voz ronca.

            -A todos y a ninguno.

            -¿Qué?- el grito fue ahogado, pero un brillo de esperanza nació en su pecho.

            -Los mato a todos, cuando la luz volvió todos estaban muertos o a punto de morir. Ella comenzó a reír y llorar como si no pudiera creer lo que había hecho. Levantó la vista al cielo y gritó con todas las fuerzas. Cuando despertamos, habíamos soñado y en ese estado recibimos la imagen de lo que sucedió. Ella… estallo en mil pedazos, esa imagen esta grabada en nuestra mente. Su vida por la nuestra.- Las lágrimas brillaban en su mirada clara y el dolor estaba presente en su voz. Jehui, no podía creer que eso hubiera sucedido, que ese era su final. ¡Era injusto! Ella con su sonrisa dulce y su tierno corazón no estaría más para volverle loco. Sin embargo, había algo raro, él no recordaba la imagen de ella estallando, era más una caricia tierna diciendo adiós. -¿Me escuchaste?

            -No lo siento…

            -Te estaba diciendo que tu hermano quiere hablar contigo. Creo que deberías escucharlo y observar en él, lo que le ha sucedido a todos los ángeles y demonios que estuvieron en la Isla. Aunque estamos recibiendo noticias que otros han visto una luz… bueno que el cambio no se ha quedado en este lugar.

            -Esta bien… pero rápido. Quiero salir lo antes posible.- La impaciencia se sentía en su voz, pero los gestos apresurados en vestirse y entrar en su disfraz humano decían mucho más. Eucilp tuvo que admitir que el chico se veía recuperado, pero parecía no consciente del hecho que el estar vivo en su situación no era normal. En cuanto lo vio en el suelo tirado sintió la magia que utilizaron para matarle, en ese instante lo dio a él también por perdido. Pero en ese proceso él era otro que se suponía no debía estar caminando, así que por ello se contuvo de aconsejar que se tomara tiempo para recuperarse.

            -“¿Qué espera Eucilp? Ya nos vamos…”- El Dragón parecía realmente impaciente o… enojado.

            -Cierto, disculpen…- Ambos lo vieron salir apresurado de la habitación murmurando, pero no se dio la vuelta para explicar los cuchicheos. Jehui esperó a que la puerta se volviera a abrir. No tenía idea de lo que llegaría, pero si estaban ambos listos para la lucha.

            - Jehui; ¿Cómo te sientes?- - Él tuvo que sentarse al ver a su hermano. Éste parecía completamente cambiado, la imagen demoníaca anterior era la misma, pero los colores negros, rojos y grises habían perdido su fuerza. Abriendo a su vez una luminosidad en su rostro que podía llamarse “angelical”.

            -¿Qué carajo…? ¿Sólo tú…?

            -No, todos estamos igual, los ángeles están incómodos con las pequeñas protuberancias doradas en su frente, y sus alas están salpicadas por plumas rojas, negras o grises. Eucilp dice que hemos regresado a nuestra forma original, antes de la gran división.- Con esas palabras espero unos momentos en silencio, observando la reacción en Jehui que no dejaba de mirarlo asombrado. En ese momento abrió sus alas según le permitía el espacio, lo suficiente para que viera los cambios. Habían sido siempre negras, relucientes, con el borde bajo del ala en rojo sangre, ahora se veían algunas plumas blancas y doradas.

            -¿Cómo… ¡DIABLOS…!- las palabras murieron sin poder evitarlo. No podía negar el temblor en ellas y la falta de una respuesta lógica. 

            -Ya entiendes hermano… Incluso el cambio es interno.- Eso no lo tenía que decir dos veces, no era cariño en su voz al decir la palabra “hermano” lo que se escuchaba. Sin embargo, el odio que siempre la impregnaba estaba ausente.

            -¿Todos?- preguntó como deseando no creer lo que ya era claro.

            -Sí…siento mucho la perdida.- Él asintió y vio que su hermano salía por la puerta. Sin poder evitarlo cayó de rodillas y cubrió su rostro. En un intento por controlar sus emociones contradictorias. Era demasiado poder el que ella utilizo para haber sobrevivido… pero cómo cerrar la puerta a la esperanza.  

            -“Ajam… Jehui, tengo un mensaje para ti de Dragoneza”

            -¡DIME!- fue un grito desesperado.

            -“La esencia es la misma, sólo se ha hecho limpieza. Pero sólo se ha sacado la oscuridad que el alma envenena, a cambio de aquello como un tesoro se había guardado.”- Él comenzó a repetir las palabras una y otra vez, hasta que una sonrisa apareció en sus labios.

            -Bien hecho Alatthy y Dragoneza… ¡Bien hecho!

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            Jehui podría sentir la leve llovizna en el rostro. De ese lugar no lo movería ni una tormenta, pero se sentía desesperado. Su pecho mantenía encerrado a su corazón que esa noche, después de meses sin un latido, no dejaba de golpear con fuerza queriendo salir. Estaba seguro que esa noche sería el encuentro, tenía que ser.

            -“Pequeño, Dragoneza está cerca.”- Él observó a su alrededor, las luces de Tokio no dejaban ver las estrellas, pero la combinación de movimiento y colores daban un espectáculo único. El ambiente se apreciaba cargado de energía y era una ciudad llena de posibilidades, no le parecía extraño estar en una isla al otro lado del mundo donde la vio por última vez. Lo que le sorprendía era la fuerza con la que se sentía atraído hacia ella. Intento mirar con objetividad, lo que era tan difícil para un ser que siempre había odiado todo lo que tenía que ver con el ser humano, pero ahora disfrutaba un poco más de la creatividad humana, lo asombraba cada día más los descubrimientos que había hecho en esos últimos meses de aquellos que llevaba siglos despreciando. Lo cual le explicaba parte del amor que le Padre sentía por ellos. Cierto que ellos como hijos del Padre eran creadores dignos de ser sus hijos, los ángeles habían nacido con la necesidad de proteger, esa era la única diferencia. El problema estaba en la falta de un balance entre la naturaleza y el estilo en la vida del ser humano.

            Suspiro dejando que el aire frió llenara sus pulmones, deseando encontrar la respuesta al problema entre la creación y el abandono en los hijos de lo que les fue obsequiado.

            -¿Quién eres?- El susurro fue como un golpe eléctrico a su sistema nervioso. Jehui sintió como el Ayuntamiento de Tokio temblaba bajo sus pies: ¿o era él?

            -Mi nombre es Jehui, mi Dragón deseaba ver a tu Dragoneza. Siento invadir tu espacio.- Él mostró en la imagen que se movía en su piel del dragón y lanzó una mirada de disculpa. La vio asentir y segundos después un hermoso dragón azul mar estaba a su lado. Las alas eran de un ángel pero todo lo demás era digno de un dragón sacado de los más hermosos sueños.

            -“Hola Dragoneza. ¿Todo bien?”

            -“Sí, pero está buscando algo sin detenerse.”

            ­-¿A mí?

            -“Lo siento pequeño, ninguna de las dos sabemos lo que busca.”- Alatthy los miraba de forma fría, cómo si la conversación no fuera con ella y sus ojos rápidamente regresaban al horizonte. Él se le acercó y con una sonrisa pícara invadió su espacio personal. Ella intento colocarse en una posición de defensa pero la mirada de él, cargada de sentimientos la detuvo.

            -¿Te conozco?

            -Sí…- con esa palabra selló sus labios con los propios, no importo la pelea, ni las palabras que intento liberar, de seguro para insultarle. Él profundizó el beso y gimió por el dolor que causaron los dientes de ella apretando con fuerza el labio inferior hasta hacerlo sangrar. -¡Qué rico…!- logro murmurar al soltarla. 

            -¡PERVERTIDO…!- La katana cargada de llamas y lista para picarlo por la mitad no le sorprendió, pero si las lágrimas que no parecía notar en sus ojos.

            -Guau… guau…- el puso una carita de perrito feliz que sin poder evitarlo la hizo sonreír. Todo fuese por amor…

            -Si te vuelves a acercar te pico el cuello.

            -Sí claro… luego nos vemos.- dijo él al vacío ya que ella había desaparecido.

            -“Aquí vamos otra vez”

            -Sí…- dijo con gran satisfacción y una sonrisa en los labios. Ahora, después de varias décadas era que comenzaba el ¡JUEGO!

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