Borrador: Entre el cielo y el infierno: La Tierra

Aviso importante: En estas páginas solo se colocarás cinco a seis capitulos y se avisa que es borrador. Esta novela ha sido retomada en más de diez ocasiones, ya que la copia digital se había perdido. Creo haber encontrado algo. Si es así posiblemente podremos verle poco a poco. Enfasis poco a poco. 

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Antes de…

Una niña, entre un mar de rostros, una niebla espesa, un muelle despertando de madrugada, un gran barco sobre las oscuras aguas, eran suficiente para hacerte voltear tratando de verlo todo. Los murmullos que mencionan el trabajo, preocupaciones y responsabilidades, todo eso creando una atmósfera aterradora, pero a la vez hermosa a los ojos curiosos de una niña de ocho años. Todos moviéndose de un lado para otro, algunos a sus trabajos, otros a sus compras, otros iban a salir de viaje, esperando su oportunidad para subir al barco que los llevaría lejos de esas tierras.

Entre éstos se encuentra esa niña que parece tener unos ocho años, nadie se fija demasiado en ella. Con su vestido holgado, su cabello trenzado y abrazando contra su pecho una mochila blanca. Sus hermosas e inocentes mejillas sonrosadas, como únicos testigos de las lágrimas que liberaban sus ojos, color verde. Ojos que mantenían una mirada cargada de dolor, de pérdida. Su mente infantil comprendía lo que los adultos le explicaron, aunque eso no hacía menos dolorosa la partida. Estaría lejos de su tierra, lejos de sus hermanos y de su padre, que se quedaría con ellos en lo que ella conocía como su hogar. Su abuela, una mujer de sonrisa sencilla, mirada sabia se agachó a su lado, envolviéndola entre sus brazos.

-Todo saldrá bien, pequeña…- el susurro calmó un poco la ansiedad, pero no así el dolor por lo que dejaba atrás. La pequeña se movía entre las dos mujeres que más respetaba y quería. La madre con un moño alto y un vestido lila bajo un abrigo gris. La otra su abuela, vestida de blanco y con el cabello corto y canoso; ésta observaba a todos lados, previniendo que alguien se les acercara con malas intenciones. Como si estuviera esperando que algo o alguien les hicieran algún mal. Ambas mujeres reconocían estar seguras, aún así no limitaban las precauciones. Un gemido escapó de sus gargantas al sentir la tierra bajo sus pies temblar, el aire se detuvo y el muelle fue iluminado por una bola de fuego que creció cerca de allí opacando las luces del amanecer. Las personas corrían despavoridas, algunos hacia el lugar en que se incendiaba, otros huyendo de él, el aire vibro con la explosión.

-¿Madre qué hacemos?- Ambas mujeres observaban el cielo llenarse de humo, no era algo de todos los días ver un amanecer oscurecerse ante una explosión de esa magnitud. El cielo lleno de humo y de ceniza, alguna de ella todavía encendida bailando en el aire buscando donde posarse.

-Sabes que aunque quisiéramos ayudar, tenemos algo que cuidar con todo esmero, sólo podemos pedir a los nuestros que ayuden en lo que puedan.- Así ambas lo hicieron, al ver que no era seguro decidieron partir hacia el barco, allí podrían mantener su tesoro a buen resguardo. Cuando iban subiendo alguien agarró con fuerza el brazo de la mujer mayor.

-Se creen muy listas, la atraparé. Saben que lo haré…- La mujer asintió y miro a sus otras dos acompañes, una observaba todo asustada, pero la niña solo observaba todo con confusión.

-Puede ser, no obstante, no te será fácil… Sólo ella podrá decidir si te permite acercarte. Así que suéltame, sabes cual es la regla. No puedes acercarte a las escogidas sin su consentimiento…

 

 

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CAPÍTULO 1 

Ésta es la historia de mi vida y de como se deformó, desfiguró o alteró, hasta darme la vida que desconocía, que ante todo es “vida”. Mi primer nombre es Cristal, dentro de esta historia y en mis años juveniles, cuando caminaba sola; a mí entender, mi gran pasión, mi gran amor eran los espejos y demás cristales, sin que importara el color, el tamaño o la forma de estos. Yo vivía para ellos; encerada en mi pequeño mundo, me encantaba crear bellezas con cada pedazo que cayera en mis manos.

Criaturas que a base de luz y de formas adquieren vida propia. Un túnel en topacio, dándole rasgos del océano. La vida marina saliendo de sus paredes, dos años y medio de trabajo. El resultado fue mágico, a cada pies de distancia, guardaba una sorpresa para quienes sabían buscar. Aunque ella esperaba algo mucho más real, todos quedaron satisfechos con el trabajo. Podía cerrar los ojos y ver como cada pedazo de topacio y cristal colorido llenaban la amplia caverna. Siempre dando alegría a aquellos ojos que buscaban de alguna forma ser reconfortados por cada pieza de cristal, que era única en su clase.

Como excéntrica, loca o simplemente solitaria pudiera crear, esos eran algunos de los adjetivos que mencionaban al lado de mi nombre, los más amables de todos, aunque más les sorprendía mi insatisfacción al no verlos hermosos y tan reales como los deseaba. Hoy recuerdo cada uno de esos adjetivos, cada uno de los momentos que me hicieron reír y llorar, ahora sonrió con ternura, por esos tiempos que se quedaron en el pasado, en un pasado que me forjo para ser la mujer que soy hoy día.

Sin duda, gracias a mi pasión u obsesión por el cristal, me vi envuelta en unos hechos que destrozaron lo que reconocía desde mis ocho años como mi realidad.

Dejándome en mundos diferentes al mío, mundos que llenaron mis días de luz, de fantasías, pero sobre todo de aventuras, literalmente hablando. Sin aviso previo, como sólo la vida sabe hacerlo, todo cambió, recordándome cuales eran mis raíces y mis responsabilidades para con todo lo que me rodeaba, lo pudiera ver, palpar, saborear o no. Es así como les hago participes de este largo peregrinaje que comenzó con mi llegada a este mundo de ensueños, el que me llevó a reconocer a la mujer que guardaba bajo llave y que soñaba con hadas, ángeles, duendes y demonios, presentándole los detalles que considero hoy fueron de mayor importancia en mi sobre vivencia.

Dentro de ese mundo, era un año lleno de locuras para los que trabajamos el cristal, los espejos tomaron un nuevo empuje, trabajos de artistas del pasado costaban pequeñas fortunas. Yo quede atrapada dentro de ese nuevo mundo de crear y ser alabada por esas creaciones, sin saber como manejarlo, no era lo que esperaba. Trabajaba duro, hacía lo que amaba y era buena en ello, pero era una locura colectiva que no terminaba por comprender.

Incluso compañías que tenían historia, volvían a resurgir con trabajos hechos en cristal, diamantes, piedras semipreciosas, sobre todo los nuevos elementos que se habían encontrado en otros planetas, el diamante terrestre había quedado en un segundo plano ante estos nuevos descubrimientos, ante los diamantes de las lunas de Saturno. Algunas de las compañías que revivieron, fueron Tiffany’s & Co., Sharosqui y Harry Winston, esto fueron sólo algunas de las marcas, que volvían a la vida con las nuevas posibilidades.

En los últimos tiempos mis trabajos iban a manos de coleccionistas privados, como la casa de muñecas de cristal. Una reproducción exacta del hogar de uno de los presidentes de las Naciones Unidas. Sus paredes eran cristal teñido, los objetos de la casa eran cristal soplado de la mejor calidad. También algunos museos guardaban algunos trabajos de muy buena calidad entre sus paredes, entre ellos se encontraban dos en Italia, uno de mis trabajos favoritos se encuentra en Paris. Es una esfera de vidrio soplado, con hermosos rayos que sobresalían unos diez centímetros desde la esfera, todo hecho en cristal alejandrino, un hermoso trabajo que cambiaba de color, según la luz le golpeaba.

Otros trabajos se encontraban en España y cinco o seis en América. No tengo duda, fue un año excelente en mí vida, donde mi fama creció por rincones ni siquiera pensados, todo gracias a mi fiel compañero Paúl, que supo cuidar de una chica con muchas excentricidades, de un mundo que no comprendía. Él era el que cuidaba de mi espacio personal, velaba por mi privacidad y hacía el trabajo más pesado, la organización de todo lo que no fuera crear. Yo solamente debía estar en mi estudio el tiempo suficiente como para jugar con mis cristales, el horno y demás utensilios.

Paúl es un hombre serio, nunca habla mucho y cuando lo hace logra impregnar sus palabras con tal autoridad, que todos buscan escucharle. Sólo se desvive en palabras conmigo, cuando mencionaba a su patria. Fue quien me dijo que al otro lado del mundo ya hablaban de mi trabajo con el cristal y los espejos.

Ya que mi mundo era mi estudio de trabajo, nada más importaba. No obstante, nunca me dijo que también había otros temas que se referían a mi persona, conversaciones que yo desconocía. Guardando más de un secreto en su mirada amable y su sonrisa cariñosa, situación que se complico por manos de terceros. No podía culparlo, yo guardaba mis secretos, no eran pocos, pero comprendía la necesidad de hacerlo.

Esa necesidad que tenemos todos de ocultar al mundo lo que realmente llevamos por dentro, esos fantasmas del pasado que se convierten en pequeños seres que devoran nuestra seguridad, nuestra felicidad, nuestra autoestima, con cada uno de los golpes que recibimos del destino o de la vida. Por otra parte, el mundo estaba dividido como siempre, el hambre y el concreto habían conquistado gran parte de las tierras, aunque todavía existían áreas protegidas y muchos se preguntaban hasta cuándo, estas no eran demasiadas. También quedo definido el mundo de los que tenían dinero, de los que no veían a los que morían de hambre o frío.

Muchas veces en mis trabajos intentaba dejar un rastro de la humanidad que habíamos perdido con el paso de los tiempos, muchos decían que mi trabajo eran piezas de arte de gran hermosura que combinaban el pasado con el presente y con ese futuro incierto. Pero para mí, eran muchos de ellos el desenlace de alguna pesadilla, de algún sueño nunca claro, pero que me obsesionaba.

En el momento en que comienza este relato, mis pensamientos son desorientados y llenos de confusión, intento relatarles los detalles de lo que paso a finales de año y la fobia que adquirí, dentro de mi mundo, ese mundo que me había protegido y al cual amaba. Todo se había vuelto una pesadilla de la noche a la mañana, lastimando mi alma, hiriendo mi núcleo sin saber como sanarlo. Sólo el miedo llegaba a mi cuerpo, la sensación de ser observada a través de unos ojos que nunca encontraba, incluso cuando yo veía mi rostro dentro de un cristal o espejo sentía que era otro ser el que se posesionaban de mis facciones. Eran mis ropas anchas, mi cabello rizo revuelto por todas las veces que enrede mis dedos mientras intentaba trabajar, mi rostro sin maquillaje, mi altura y mi peso, era todo yo, pero mis ojos… esos ojos habían dejado de ser colores serenos, cargados de ideas sin concluir, para convertirse en mi tormento. Mirándome con gran maldad a través de esos ojos que podía reconocer como míos, en cualquier espejo, en cualquier momento.

Sólo esa intuición que en muchas ocasiones me había salvado de una situación difícil, me avisaba sobre las intenciones de mi reflejo. Me decía que esa sonrisa malvada y ese gesto retorcido, lleno de rabia y odio no me pertenecían. Ahora dudaba de mi cordura y siempre terminaba segura de estar perdiendo la razón. Mis manos temblaban ante un nuevo trabajo, mis dedos no eran capaces de agarrar un pedazo de cristal, piedra o herramienta con fuerza y seguridad. Casi al final de esta crisis, me sentí obligada a dejar de trabajar en lo que amaba. Para desilusión de algunas personas que estaban a mí alrededor, esa era la peor decisión que yo pudiese tomar. Trataron de hacer hasta lo imposible para que yo siguiera en ese mundo de oscuridad en el que estaban torturándome, sin importarles mis sentimientos.

Allí volví a sentirme sola y abandonada, en un principio no podía creer que esos a los que catalogaba como amigos no comprendieran lo que dentro de mi estaba sucediendo, la desesperación que en mi crecía con cada voz que escuchaba, con cada mirada llena de odio que atrapaba en mi reflejo. Solamente uno comprendió; Paúl, él sólo asintió dejándome espacio para poder respirar y tomar mis decisiones. Para noviembre de ese año apareció como de la nada un viaje. Esté viaje; era a un lugar remoto de Escocia, donde los mitos, leyendas e historias se unían en un tiempo, en mi tiempo para ser exactos.

Aquí es donde empezó mi desgracia, salvación o mi gran destino: todo depende de cómo deseen verlo ustedes, mis buenos amigos.

 

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CAPÍTULO 2

Un barco lujoso, no tan grande como los cruceros en la antigüedad, pero si lo suficiente como para resistir cualquier tormenta. Se movía lentamente sobre la superficie del agua. El sol brillaba en lo alto calentando a los pasajeros que estaban paseándose por cubierta. El suelo de madera pulida brillaba bajo los rayos del sol, aunque más brillaba la protección de rayos ultravioleta que portaban todos los barcos de esos tiempos. Se notaba un aire de decadencia y de lujo, los pasajeros lucían ropa de diseñadores famosos y sus joyas eran accesorios de colección. Una amalgama de colores se posaba sobre ese suelo de madera, hermoso cuadro de colores. Algunas risas discretas eran el único signo de felicidad que se podía notar entre los pasajeros, muchos parecían estar relajados, mientras que otros se fijaban demasiado en lo que hacían otros.

-Paúl, querido, dime por qué estamos haciendo este viaje tan largo. Más todavía por que en barco; este es un modo un poco bárbaro de viajar, cuando se acaba de perfeccionar la tele-transportación y otros tipos de viaje rápido.- Eso último no necesitaba mucha explicación, Paúl tenía terror a los nuevos aviones y a todas las demás maquinas que otros llamaban avances tecnológicos, aunque ya que estoy algo aburrida no me cuesta nada meterme con él por ello.

-Ese es tu problema, no estas viendo esto como una aventura, una gran oportunidad. En cuanto a hacer este viaje por barco; es para que estés relajada. Todo va a salir bien. Deberías dejar un poco de ropa en tu camarote. ¿No crees? Debes tener un calor horrible.- En eso la miró de arriba abajo, con ojos críticos no estaba muy diferente de cómo vestía para salir o trabajar. Siempre ropas anchas, telas de colores fuertes y con dibujos que casi no se podían apreciar. Toda su piel estaba cubierta por tela, no por asuntos de creencias sino por proteger su piel blanca de un bronceado no deseado. El sol en esos tiempos hacía mucho daño, aun cuando el barco tenía una burbuja de protección. También esa palabra se podía utilizar para con ella, parecía tener una protección, para evitar situaciones que no le agradaban y que la mantenían lejos del mundo que le rodeaban.

 

-Hazme el favor de dejar mi vestimenta tranquila y continúa con tu explicación. ¡Por favor!

 

-Estás aquí para descansar, tienes que estar relajada para cuando vuelvas, tienes que ser un ser completamente nuevo. De esa forma sabrás con acierto que deseas hacer de tu vida. Tienes varios pedidos para galerías y otros para manos privadas, pero si decides no seguir por ese camino se mandan todos al olvido. Nunca acepto adelantos económicos como bien sabes. Además, los contratos con las galerías no se han firmado así que no hay forma que traten de hacerte cumplir. Como veras, las cosas pueden ir a mejor si las miras de forma positiva o tratas de mirarlas desde el ángulo correcto. Lo malo es que solamente tú puedes encontrarle ese ángulo.- Por mi parte seguía sin creerme que todo fuera tan fácil, pero total, ya llevamos una semana en barco solo faltaba otra más y pasaría rápido. Lo que no podía soportar era lo de estar dos semanas y tres días metida en esa lata de sardinas, rodeada de personas engreídas y de mentalidad estrecha. El barco lo tenía todo, era completamente de lujo, era parte de una colección personal de un multimillonario si es que se les podía llamar de esa forma a los que tenían dinero, poder y autoridad para decidir por los demás. A ella ese tipo de vida le daba náuseas, no por las personas en sí. Estaba segura de que había algunos con buen corazón que estuvieran pensando en maneras de cómo ayudar a otros. No obstante, lo que hacía que otras personas vieran mal ese tipo de deporte, era la falta de consciencia ante las necesidades de los menos afortunados.

 

-Háblame sobre la familia Estrant, por qué desean qué precisamente sea yo la que les visite.- Algo no cuadraba en la historia, habían unas lagunas que no alcanzaba a llenar con la información que Paúl le había proporcionado. Ella era creadora y sabía mucho de espejos, mucha de la información que tenía era de creadores antiguos que había echo de esa necesidad un arte. Pero tampoco era una especialista en el tema. Ese viaje estaba resultando ser todo un rompecabezas, el problema lo podía ver completamente y tenía nombre, Paúl.

-Como ya sabes es una familia que lleva mucho tiempo con esas tierras y los títulos que les fueron otorgados a principio de la edad media. Algo poco común en estos días. Sabías que muchos de esos familiares se unieron con casas reales… pues bien estos tenían un pariente, parece ser uno de los mayores coleccionistas de espejos de todos los tiempos. Por lo poco que se sabe también de diferentes lugares del mundo.- Vio que Paúl tomaba aire mirando al horizonte, ese lugar al que se dirigían era su hogar, aunque quien lo viera diría que era un puro neoyorquino. Había salido de Irlanda siendo sólo un niño ahora con cincuenta años volvía a lo que era su patria, la añoranza y el anhelo podían reflejarse en su mirada. Eso era lo que le había dicho.

Ella anhelaba saber cuáles eran sus raíces, por alguna extraña razón no tenía recuerdos sobre su procedencia, aún cuando había llegado al orfanato ya mayor. Nadie había sabido explicar los porqués para esa pérdida de memoria. Ahora ya estaba resignada a vivir sin un pasado o unas raíces. Eso quería decir que al ver la añoranza en los demás, le dolía saber que ella no podría sentir lo mismo. Imitó la acción de Paúl, buscando en el horizonte respuestas que sabía no llegarían nunca por ese medio; ambos guardaron silencio. Por unos segundos Paúl la miró con gran concentración, cómo si tuviera que decirle algo que no le agradaría. -Sabes, creo que te gustará mi tierra. Nadie más que uno mismo puede amar con gran pasión la tierra en donde nació, pero casi podría asegurarte que la amaras tanto como yo. Ese será el renacer de tu talento, un nuevo nacimiento de creatividad, lo puedo sentir hasta en los huesos.

Sí, Paúl siempre era así, nunca dejaba mucho a la imaginación, siendo una persona simple y transparente en un mundo que no lo era. Últimamente me mira preocupado, creo que sospecha que estoy perdiendo la razón. Sé que mi ropa ancha esconde muy bien la perdida de peso, también tengo claro que, al no usar maquillaje, mis marcadas ojeras dejan un buen rastro.

Paúl está intentando que yo me haga ilusiones con su tierra, siempre diciendo lo hermosa que es. Olvidando que yo no sé cuál es la mía, no lo hace por mal sino por compartir lo que es él en realidad. Algunas personas habían dicho que tal vez, por el cabello rojo y los ojos azul oscuro, a veces; que fuera parte irlandesa. Con las grandes mezclas de rasgos no se estaba ya seguro de nada. En el mundo ya no había sangre pura o lo que algunos llaman solo una raza. Todos son de todos los lugares y los que disfruten de esa dicha son felices. Aunque ella al tener esa oportunidad había buscado información de ese lugar y escuchar el idioma inicial de ese país en un intento de aclarar su mente sobre esa bruma que enceraba todo su pasado. Pero todo había sido un fracaso. Ya estaba pensando que no pertenecía a ningún lugar por decirlo de alguna forma. Además, el deseo de conocer sus raíces pareció mitigar cuando descubrió su habilidad con los cristales, estos fueron un buen refugio y un comienzo para ser alguien dentro de ese mundo que parecía cada vez mas desequilibrado.



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CAPÍTULO 3

Ahora que no podía trabajar, las cosas no estaban yendo a mejor precisamente en cuanto a salud mental, no podía mirarse siquiera en un espejo para arreglarse. Mientras algunos decían que era por el exceso de trabajo, ella sabía que su pesadilla sólo estaba comenzando, no tenía ni idea de cómo explicarlo, pero era así.

No era algo que le agradara aceptar, aunque siendo sincera no había mucho que pudiera hacer para mejorar. Le faltaban respuestas y le sobraban preguntas. Cómo salir o escapar de algo a lo que no se le puede poner rostro, ni nombre, algo desconocido, pero que atrapa dentro de la palabra miedo todas tus entrañas. Ese algo que la perseguía durante las noches mientras estaba sola y cuando estaba rodeada de amigos era una sombra silenciosa que le observaba sonriendo maliciosa mente.

Incluso le susurraba al oído lo que debía decir o lo que debía hacer para estar a la altura de ciertas situaciones. Pero que te ahoga en una oscuridad sin precedente y que sólo te pertenece a ti. Siempre amargando la poca felicidad que puede brindar la vida y los momentos de dicha que te regalaban esos instantes. Era como estar en una habitación oscura, donde la felicidad entraba muy pocas veces y alguien la atrapara para alejarla de ti.

Aún con el confuso recuerdo de dos meses atrás. Mientras conducía dentro de una tormenta eléctrica, en la cual termino sufriendo un accidente. Se podía sentir atrapada en un ciclo sin final dentro de esa pesadilla que fue real, en la cual estuvo a punto de perder la vida.  

Sin poder evitarlo se estremeció al entrar a ese ciclo… se vio salir tarde de una fiesta, no sabía o recordaba si había bebido, lo único que recordaba era que en el momento en que su auto estaba por chocar con un árbol enorme, alguien que estaba a su lado tomo el control del volante salvándole la vida. Ella todavía podía ver cuando cerraba sus ojos el rostro con todo detalle, aunque nadie lo había visto, ni siquiera cuando la encontraron fuera de su auto algo desorientada y sin ningún golpe. Los de la fiesta le contaron que había salido sola y que nadie que ellos conocieran había estado buscando su compañía, ella parecía lejana y fuera de lugar. Como si en realidad no estuviera allí. Luego de eso volvió a mencionar al extraño muy pocas veces, pero en ninguna de ellas le creyeron. Lo habló con Paúl, este sólo asintió y guardo silencio; sin decir nada se alejó y dio por olvidado el asunto.

No lo mencionó nunca ni siquiera para decirle que había perdido la razón y estaba soñando con desconocidos. Ella tenía un problema: ¡No lo podía olvidar! En el cuartel de policía uno de ellos la miró con suspicacia, era como si ella hubiera cometido un crimen grotesco y no se hubiera enterado. Todos desconfiaron de su versión y hasta le llegaron a pedir unos exámenes para verificar el uso de alguna sustancia ilegal. Pero no encontraron nada, lo cual a ella no le sorprendió por que tendía a no beber nada cuando tenía que conducir y nunca le gustaron las otras cosas que estaban de moda.

Suspiro intentando arrancar esa sensación de perdida. La pesadilla comenzó esa noche, después de ese accidente su vida no fue la misma. Cuando podía dormir, que era en contadas ocasiones, soñaba con él, con sus manos y con su rostro, lo que la desconcertaba eran sus ojos vacíos; en ellos no había nada. Nada por lo cual luchar, nada de emoción, eso la hacía sufrir de forma cada vez más extraña.

Despertaba llorando o lloraba despierta por el vació que había dentro de un extraño al que no conocía y nunca había visto antes en su vida. Aunque algo dentro de ella se removía con ciertas emociones que no comprendía. Era como si entendiera ese vacío y quisiera llenarlo. No era posible, no sabía quien era él, ni siquiera si él era real. Si las cosas continuasen de esa manera, podría ser que estuviera… no imposible.

Miró a Paul que sonreía mirando el horizonte en silencio, sus emociones estaban distorsionadas, cuando trato de volver al trabajo sus manos temblaban al principio sin control, luego con un frió que le llegaba al alma, dos semanas después del accidente comenzó a ver cosas en los cristales y espejos en los que trabajaba. Se sentía observada estando en su taller, cada vez que miraba su rostro en el espejo le era desconocido, como si tuviera vida propia.

Ahí entraba en un estado casi comatoso donde escuchaba voces y hasta tenía problemas para salir de la habitación ya que sus extremidades no le respondían. El terror se apoderaba de su ser, sintiendo que era ahorcada por esas manos que salían de los cristales. Estaba volviéndose loca. La realidad se había desfigurado a tal nivel que todo parecía una pesadilla, aun cuando estaba despierta, acompañada de su mejor amigo y más aun cuando intentaba hacer lo que le apasionada. ¡Crear esas piezas que soñaba con cristales o espejos! ¿Había perdido su arte para siempre?   

 

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CAPÍTULO 4

Sin poder evitarlo su mente la dejo sin protección en ese instante donde todo fue destruido. Después que el reloj antiguo diera sus doce campanadas, allí estaba tratando de borrar los recuerdos de su mente. Su vestimenta era algo de seda enorme, se movía a su alrededor mientras paseaba por el taller. Había estado buscando su inspiración, los deseos de volver a trabajar, mirando con cuidado las piezas incompletas.

Encendió varias velas intentando que la luz en diferentes ángulos brillara en los cristales provocando así una sensación maternal. Cada pieza era parte de su ser, eran hijos que esperaban por la fecha de nacimiento. Suspiró profundo y miró a su alrededor. El taller quedo en sombras, sonrío por unos segundos ahí siempre se había sentido ella misma y aceptada tal cual era. Lejos de las críticas y de la perdida de su pasado.

Ese era su santuario donde su perdida era utilizada como combustible para crear y evolucionar cada pieza. Sabía que el dolor que sentía no se podía comparar con la del hombre que invadía sus sueños. La mirada vacía, el dolor en esos ojos que parecían indiferentes le estremecían el ser. Era algo extraño, su tiempo con él había sido de segundos. ¿Por qué había calado tan hondo en su alma?  

No podía ponerle nombre al rostro, aunque sentía que lo conocía de siempre. Un extraño sentimiento de alguien que estaba perdiendo el sentido de la realidad. En otras palabras, estaba loca…

Caminando con rapidez sin mirar a ningún sitio en particular trato de ser objetiva con lo que le rodeaba. Un techo alto donde ventanas de cristal le permitían la entrada a la luz por el día y de noche le permitían acariciar el cielo estrellado. Paredes blancas pero llenas de trabajos inconclusos o los que no quiso vender, ese era su gran tesoro. Ese era su hogar, por eso le dolía tanto ese sentimiento de miedo que se había posado en su interior. El frío que se había posado en su alma le hacía estremecer, aunque la habitación era cálida, el sistema de calefacción perfecto para poder estar en esa habitación en cualquier momento del año.

El piso estaba limpio y suave, sus pies descalzos no hacían ruido alguno sobre la pulida y clara madera, esa era una de sus debilidades, no soportaba tener zapatos. Los robots que limpiaban el suelo de forma constante le permitían ese lujo.

En una esquina había varias capaz de cristal y espejos vírgenes, los cuales no tenían significado y parecía que pasaría mucho tiempo antes de que lo tuvieran. Sobre la mesa de dibujo estaban sus instrumentos de diseño, sus lápices con los cuales dejaba libre su creatividad y emociones.

Se sentó en la silla blanda y tomo uno de los lápices, comenzó a trazar líneas limpias las cuales no dejarían marcas reales en el papel. Su imaginación voló al rostro del hombre que le salvó y del cual no sabía nada. El dibujo no salió a la perfección ya que no se le daba bien dibujar rostros humanos. Pero era lo bastante claro para saber como era y poder tener un recuerdo más palpable de ese rostro que parecía estar grabado en su pecho con fuego.

En esos momentos sintió que alguien la miraba como en otras ocasiones, pero esta vez no quiso darse la vuelta, era una sensación que la había acompañado desde niña. Ahora se había unido a una sensación escalofriante, no reconfortante. No quería saber nada de ella, tenía la sensación que lo que le buscaba no era bueno, luchaba por mantener su cordura, trato de poner su mente a trabajar en el por qué de la falta de creatividad, olvidándose de esa sensación tan extraña. Siempre antes de terminar un trabajo ya tenía otro en la cabeza buscando salir, nacer o renacer en sus manos. Por el rabillo del ojo notó como su reflejo en uno de los espejos volteaba a mirarla, provocando un grito que se atoró en su garganta cuando las velas se apagaron en cuestión de segundos, dejando la habitación iluminada por la luna; lo extraño fue que no entraba la brisa en esa habitación. En conjunto con ese hecho sintió que el pecho se le oprimía dejándola sin aire y que sus manos se volvían torpes con el lápiz de dibujo en ellas. Todo a su alrededor se oscureció y comenzó a marcar otro ritmo, uno agobiante o asfixiante, como si ella y todo rayo de luna, estuviera siendo engullida por un ser enorme y que sólo esperaba a que ella perdiera la razón.

Sintió voces que no provenían de ningún lugar; sin ningún significado, eran ruidos que no le permitían comprender nada de lo que en esa habitación sucedía. No había ningún lugar de referencia y no eran voces conocidas, ni recuerdos olvidados de un pasado que no le pertenecía. Plantó sus ojos en el papel negándose a mirar a su alrededor. Segura que cuando sufrió el accidente o el casi accidente había terminado con un golpe en la cabeza que le había hecho perder la razón o mucho más.

-Cristal…- La habían llamado fuerte y claro; esto no una vez sino varias veces y desde diferentes lugares de la habitación. Ella intento mantener el control de su mente y de sus emociones, aún cuando todo daba vueltas a su alrededor, un dolor en el pecho se abría paso en forma de un grito de terror, suplicando que se detuvieran. Cuando pensó que estaba cerca de perder el conocimiento, escucho una voz masculina; gritando “¡Ya basta!”, fue suficiente para que las voces que la atormentara cesaran, dejando la habitación en un profundo silencio que le acaricio el alma. Abrió sus ojos para encontrar la vela encendida y con su llama fuerte. Las lagrimas escaparon sin control, todo su cuerpo se estremeció no de frió, sino de desesperación, sabía que estaba perdiendo la cordura y que su vida como artista del vidrio y del cristal, estaba completamente acabada, deseaba repetir una y otra vez; ¡no es real, no es real…!. Ya no podía estar siquiera en su santuario sin perder la tranquilidad. Se quedó dormida allí, sentada y sola, después de llorar durante lo que le pareció toda una eternidad. Cuando despertó su cuerpo estaba adolorido y sentía un frió que salía desde su pecho y le recorría cada una de sus venas. Ese frió le recordó a lo sentido la noche de tormenta en la cual por poco pierde la vida, un frió que por instinto reconocía que compartía con su salvador. Ese ser que se mantenía escondido en las sombras, sin nombre y sin un rostro. Su mirada se dirigió al techo donde estaba el traga luz, un sol brillaba afuera demostrando que sería un día hermoso. Ella sólo podía sentir el frió que anidaba en su alma y el sufrimiento que vio en la mirada del hombre misterioso que parecía esconderse entre las tinieblas de su memoria, pero que de cierta manera permanecía conectado con sus emociones y con su corazón.

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CAPÍTULO 5

La mano de Paúl en su hombro, la sacó de ese mundo de sombras en el que se veía atrapada por culpa de la memoria. Deseaba olvidar, olvidar lo que había sucedido, olvidar quien era y lo que hacía en la vida… olvidar esas voces que parecían perseguirla allí donde estuviese. -¡Cristal, despierta! Que te pasa, he estado contándote cosas de la familia, de mi familia y sobre Irlanda; tú has estado como en otro mundo. Qué sucede contigo últimamente, no comprendo por qué estás tan triste. -Estaba recordando algo que sucedió unas noches antes de salir.

-La tristeza no siempre es buena, tienes que alegrar tu corazón y creo que sé como ayudarte a sonreír, me han recomendado al masajista del barco. Éste es excelente y hace magia con sus manos. Eso relajará todos tus músculos, querida.- Sonaba bien, pero ni el sol en medio del mar, ni las manos de otra persona sobre su piel podrían quitarle esa sensación de temor y frió que le acompañaba. Era triste saber que aunque intentara explicar a su viejo amigo, éste no podría comprenderla. Ella misma dudaba de comprender lo que le sucedía desde aquella noche, todavía recordaba la mirada de desconfianza que había visto en sus ojos cuando le contó como se salvó de no ir a parar contra el árbol. No la creyó, estaba segura de que no le había creído y en esos momentos tampoco le creería, si le contaba lo que le había sucedido unas noches atrás en su taller de trabajo. Era ella y tenía serias dudas de todo lo que había ido pasando en su vida desde esa noche. -Todo está preparado, debes bajar en quince minutos y relajarte. Me han contado que es muy bueno; excelente diría yo, según hablan los clientes de sus masajes. Por como le alaban se podría decir que hace milagros con la tensión muscular. Tal vez eso era justo lo que le hacía falta, relajarse y tomarse las cosas con calma, sonrió y asintió sin decir nada en contra, aunque la idea seguía sin gustarle por completo. Decidió que era mejor seguir la corriente en vez de luchar contra ella. Caminó por toda la cubierta observando los detalles de ese barco que brillaba por su opulencia y por su elegante glamur. Los ocupantes eran de un estilo parecido y esperaban lo mejor que el dinero pudiera comprar, eso era lo único que el tiempo no había podido cambiar. Las personas con dinero querían demostrar que lo tenían, luciendo joyas y tomando vacaciones ostentosas como esa. Por décima vez, se pregunto que había provocado en Paúl la decisión de tomar ese barco hasta Irlanda, una ruta larga acompañados de gente tan diferente a ellos. Estaba segura que si ella hubiera trabajado en sus cristales con el fin de hacer mucho dinero, jamás hubiera conseguido ni la mitad de lo que tenía…

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