Otra vez mi némesis


Ya cerca de mis cuarenta y cinco… sonrío mientras me miro desnuda ante mi némesis. Me encuentra él, con una sonrisa en los labios, mientras mis manos van haciendo inspección entre curvas, con la ayuda del diablo. Hace años quité el maldito disfraz que ordena la sociedad. Deje el intento de ser mujer de bien, aceptando mis defectos, hasta llegar a disfrutar de los errores cometidos.

Me quité de encima el maquillaje recargado que escondía el paso del tiempo sobre mi piel. Quité de encima de mi cuerpo el complejo del cabello blanco entre mis hebras, aún lucho con el miedo de las manchas de la piel, por otra parte, es un susto pasajero… que se olvida mientras me divierto con lo que estoy viviendo.  Hoy camino segura, moviendo mis caderas, con la frente en alto y juzgando lo que me rodea como aquello que vale mi atención o lo que se desecha por no ser más que basura por otros abandonada para torturar a quien ya no le importa.

En alguna ocasión el rechazo a una sonrisa coqueta, ante mi realidad, dolió. El que rompieran promesas de compartir espacio y tiempo, provocó rabia e impotencia. Sin embargo, ahora sonrió, me burlo… de ese espacio vació que solo existe ya que no hay que pueda ver en realidad lo que valgo. Recuerda si estoy con tierra en mis manos, el rostro enrojecido por el sol o simplemente con unos jeans gastados trabajando, entregando todo lo que soy y no me encuentras hermosa, bien por ti. Pero en cuanto veas a la mujer que luce, que camina en tacón, haciéndose sentir con su aroma, no intentes ponerte en la fila de espera. Ya que yo he aceptado el todo, tu solo vez la faceta que esconde a la mujer de cuarenta y cinco. No vez la piel blanca lucir bajo el sol, ni la sonrisa coqueta que se esconde bajo el uniforme que representa mi pasión y meta. Disfruto del día haciendo lo que me gusta, enviando a los complejos al carajo, a los hombres al infierno, mientras que a las mujeres que me critican les sonrío reconociendo sus secretos. Su envidia no es más que la voz interna que todos los días intenta destruir lo que he construido, esta jodida por que la reconozco como una construcción social y no es mi ser interior. Aun me confunde, pero se enoja cuando no logra sacar de mi lo peor que hay como ser humano. Aviso… algunos la llaman ego… yo… locura colectiva.   

No me debo a nadie más que a mí misma, me debo a lo que me da libertad, al deseo de escribir sin miedo, haciendo lo que me da la gana con lo que es mi arte por entero. Esas musas divertidas, que hacen hueco entre pesadillas y sueños. Cada personaje es uno nuevo, bajo luces tenues de ocasos eternos, allí entre mis musas, se encuentra mi realidad, lejos de los disfraces con los que me enfrento al mundo que me rodea. Llegaste y notaste una sonrisa traviesa en mis labios, piensa mal… muy mal. De seguro estaba viajando bajito dentro de alguno de mis escritos.  Ahora se preguntan porque esconder lo que soy, yo les pregunto por qué debo soportar el acoso social para ser algo que no deseo. Mi madre, mi padre… mi marido… mis hijos… mis suegros… mi trabajo… mis responsabilidades desean un pedazo de mi alma. Me niego a darla… solo ofrezco migajas a quien no entiende el fuego en mi mirada o la lucha por sobrevivir que se desata en mi interior todos los días.

Algunos critican mi cuerpo, con las grasitas que dan vida a las curvas, herencia de familia.  Yo me vuelvo a mirar, sigo buscando hasta que veo que las arrugas han aumentado, ayudada como siempre por el diablo, que no es más que esa voz social, “locura colectiva” la que hace de mi autoestima un paño para limpiar porquería. Respiro profundo, la escucho, la reconozco y la mando al diablo en la mayoría de las ocasiones en un intento de amarme un poco más que ayer… pero mucho menos que mañana.  

Hoy le comparto a los incautos que me lean que el mundo es mi juguete, las personas que me rodean piezas que me sorprenden y obsequian con nuevas ideas para transformar en cuentos, novelas o ideas que luego masoquistas aguantan. No obstante, siempre existen cerca los que amo o los que me son indiferentes. Sus juicios sociales, de locura o de crisis mentales, para justificar lo que no entienden de una mente que disfruta con normas propias, es cacofonía en el viento.

Levanto la vista con orgullo, sí sé lo que estás pensando… esa voz egotista intenta salir corriendo al verse reconocida, cuando parte veo en el espejo, a mi némesis, sonriendo ante el recuento de los cambios que han llegado con los años. Ya no es de forma burlona, ni cargada de ironía… el reflejo se ha convertido en una buena compañía, ya que es la verdad de esta alma mía… lo que no ve el mundo, lo que guarda mi mente y la libertad de un alma diferente.

Comentarios

Entradas populares