No somos hermanos (Libro 1: Parte tres)
Parte tres
“El campo de batalla… El hogar.”
El movimiento constante, los pasos en los pasillos, escaleras o baños parecían querer romper en pedazos la casa que hasta ese momento había sido más que un ataúd en funeraria para dormir. Las voces eran incómodas, pero la ausencia de malicia entre los recién llegados lo tenía en un estado de espera tensa. Aún esperaba que los nuevos miembros de la familia mostraran garras y colmillos al sentirse dueños del espacio. La mañana había sido parte de un mundo de fantasía, con una mujer moviéndose como bailando en la cocina preparando un desayuno enorme qué podía alimentar a veinte personas. Aunque entendió la necesidad de tanta comida al ver como Zenien aspiraba la comida.
-¿Desde ahora somos hermanos? - Johaniel dio un salto en el asiento ante la pregunta directa.
-¡No! Amigos y va en coche…. no quiero un hermano.
-OK…- A él tampoco le gustaría un hermano mayor en esos momentos, aunque sí había deseado tener hermanos menores. Parecía que tendría que esperar a que nacieran los gemelos.
-¿Zenien, por qué el puchero? - La pregunta de su madre lo sorprendió y tuvo que sostener un gemido al escuchar una risita traviesa desde el asiento del lado.
-¡Mom…!- El mencionado deseaba quedar atrapado en un hueco oscuro dónde nadie pudiera ver el color de su rostro que podía sentir ardiendo. Era la primera vez que estaba en esa situación. Se sentía extraño. Miró al joven que estaba a su lado con su cuerpo delicado y una mirada angelical. De verdad quería tener un hermano pequeño. Que desperdicio.
En este silencio incómodo le recordó el momento en qué llegó a la casa. La que sería su nuevo hogar. Era una casa grande y llena de luz. De seguro era diferente al pequeño apartamento en el que habían vivido los últimos años.
Habían sido ideas algo extrañas, en que los nuevos miembros de la familia se acomodan al espacio compartido. Ambos jóvenes se miraban en silencio, manteniéndose en sus respectivos espacios. La mudanza fue fácil con toda la gente que nos ayudó, pero el sentirse cómodo en la nueva casa era casi imposible. Poco a poco Zenien entendió que el espacio compartido, no era cosa de todo el tiempo. Su madre se apoderó de la cocina lo que colocaba a Alberto en la mesa observándola, o dentro de la cocina ayudando en la preparación de alimentos. Había una asistente, una señora tipo abuelita que observaba a la pareja con una sonrisa en los labios. De vez en cuándo, en los murmullos de la abuelita se podía entender palabras como amor, coqueteo u otras relacionadas.
Por otra parte Johaniel la mayoría del tiempo lo pasaba con su abuelo, en algunas ocasiones notaba como levantaba los ojos al cielo. Deseaba entender que pensaba para provocar esa reacción, pero este mantenía una distancia de él todo el tiempo.
-Vamos a salir de vacaciones, no estaremos lejos pero no se quedaran solos. - Zenien asintió mientras seguía tragando el desayuno. Johaniel por otro lado pensó que no era la primera vez que se tenía que quedar con su tía por varios días. Pero si la primera vez que Zenien estaba en la ecuación y no le gustaba para nada el como su tía se comportaba. Ese acto de gata en celos, relamiéndose los labios cuándo los otros adultos no estaban cerca le provocaba arcadas. Lo único bueno era qué Zenien era tan inocente como un niño de primaria ante los comentarios subidos de tono. Aún no entendía como podía estar listo a golpear a cualquiera que dijera algo remotamente insultante a su madre, pero cuándo se trataba de si mismo, estaba totalmente en riesgo. Ahora la pregunta era ¿Por cuánto tiempo podría mantener esa inocencia con esa víbora viviendo bajo el mismo techo qué ellos?
-Johaniel… ¿me escuchaste? tienes dinero en la tarjeta. Si acabas el dinero le puedes pedir a tu tía. Ella tiene lo necesario para la semana. - El dinero desaparecerá en menos de veinticuatro horas conociendo a su tía. Podía agradecer a su abuelo el que no se muriera de hambre en las pasadas ocasiones.
-Oka pa… ¿le dejaron dinero a Zenien?
-Sí, él tiene en su cuenta dinero para lo que necesite durante estos días. - Johaniel asintió pensando que no tendría que preocuparse por el bebe de mamá. El solo ver el cómo trataba ese chico a su madre o viceversa lo hacían querer vomitar. No entendía por qué tenían que hablar sobre todo lo que hacían en el día y el cómo se sentían. En cuánto había visto la primera reunión había decidido que las computadoras eran el refugio perfecto para esa locura. Verlos a ambos en la cocina preparando alimentos y dialogando provocaba reacciones extrañas. Algunas veces deseaba lanzarles cosas por la cabeza a ambos, en otra tirarse al suelo a reirse a carcajada por lo idiota que se veía Zenien ayudando a pelar verduras, lo que más le sacaba de quisio era el desear participar aunque se había negado rotundamente al ser invitado. En esa ocasión salió corriendo a esconderse en su habitación, cuestionando la cordura de esos dos seres que ahora compartían su casa. Los jóvenes despidieron a los adultos aún escuchando los ruegos de portarse bien y respetar a la tía Beatriz.
-¿Cuáles son los planes? - Preguntó la mujer al ver a su hermano salir por la puerta.
-Yo voy a salir a visitar al abuelo. Regreso tarde, sino tal vez mañana al medio día. - Beatriz no dijo nada ya que ese era el escenario repetitivo de su interacción. Para ella él era un mocoso y para él, ella era una zorra con disfraz de oveja.
-Pero tu papá… - Murmuró Zenien con preocupación.
-Él sabe que no me quedo mucho con la tía. -Johaniel mencionó mientras se cruzaba de brazos y miraba a su tía de reojo.
-No te preocupes Zenien, Johaniel es de los que le gusta estar con los viejos de la familia. - La forma en que lo dijo parecía inocente, pero el mencionado sabía muy bien que la intención era de una mente sucia y cizañera.
-¿Qué vas a hacer con tu comida?
-Iba a preguntar si querías pizza.
-Solo si te gusta la hawaiana…
-No es mi favorita, pero la puedo comer.- Johaniel se había olvidado de su tía y su atención la dirigió a ese chico que lo confundía por demás. Tenía varios pies de altura más que él y su cuerpo era delgado pero musculoso, al mudarse había estado moviéndose con una camiseta sin mangas que apretaba su cuerpo en la parte superior. De momento lo vio sonreír una vez más, con la misma brillantes al ver que su cuarto estaba lleno de ventanas de techo a suelo, estas dejaban entrar la luz y la visual de los árboles florales era para quitar el aliento a cualquiera. En ese momento sintió una sensación extraña parecida a placer qué no había entendido, pero que había provocado que ÉL, gruñera dentro de su pecho. Ante esa sonrisa y respuesta estaba a punto de cambiar sus planes con una sonrisa en los labios, cuándo Beatriz intervino.
-Es mejor que Johaniel coma con su abuelo, nosotros pedimos tu pizza favorita Zenien. No hay por qué comer cosas raras cuándo no nos gustan. - Era de esperarse, pero el como ella intentaba parecer inofensiva ante Zenien levantó todas las banderas de alerta en quien la conocía bien. Johaniel entrecerró los ojos y la miró con perspicacia, esperando recibir las emociones que la movían, pero solo había una sensación de expectativa. Pero la causa o planes no le quedaban claros. Siempre supo que la mujer no era de confiar, pero el plan de esa noche lo tenía confundido.
-¿Qué estás tramando? - murmuró el joven a su tía qué le respondió con una sonrisa pícara.
-Nada mi corazón, solo deseo que ambos estén cómodos comiendo lo que les gusta. - Johaniel asintió sin dar más atención a esa mujer que lo sacaba de sus casillas, se dio la vuelta y salió por la puerta tratando de acallar la voz interna que murmuraba mientras gruñía que debía quedarse en la casa. Qué las cosas no eran tan sencillas.
-¡Maldición! Kristen deja a alguien vigilando a esa zorra. Si sucede algo me llaman.
-Así será señor. - Fue solo un susurro, pero fue suficiente para saber que Zenien estaría seguro. El joven marcó el número de su abuelo y avisó que no lo estaría visitando.
-No llego hoy…
-¿Problemas con tu tía?
-Aun no, pero creo que será grande la que monte la loca esa. No sé cómo mi padre no se da cuenta de la serpiente que tiene como hermana.
-Los humanos se niegan a pensar mal de aquellos a los que aman. - Susurró el viejo con voz arrepentida. - Yo hago arreglos acá para tener todo listo en caso de necesitarlo. - El silencio en la línea era suficiente para hacer sonreír a Johaniel. Su abuelo era el único que lo conocía bien, la razón por la que no hubiese matado a esa mujer en años pasados era por el amor que su padre le tenía. Algo dentro de él le decía que eso estaba cambiando en esos momentos, había notado como su padre miraba la forma de interactuar de la mujer con ellos, en especial con Zenien. Incluso lo escuchó preguntar a Zenien en varias ocasiones si estaba bien y se sentía cómodo en ese nuevo hogar. Lo que su padre no podía comprender era la inocencia de ese chico, era una barrera para comprender a los adultos con veneno en su dirección. Él tenía claro que los adultos podían ser un asco… el mejor ejemplo su madre.
Johaniel cerró los ojos y recordó el último recuerdo que tenía de su madre, ese día en el qué deseo tener la fuerza para acabar con ella. No había pasado mucho tiempo antes que su abuelo le había mostrado con acciones crueles que esa mujer nunca podría hacerle daño nuevamente. Era su hija, pero esa mujer ahora vivía bajo los cuidados de enfermeras y supervisión en todo momento del día. Johaniel sabía que estaba viva solo por ser hija de ese viejo que no era capaz de eliminarla por su amor a ella.
En el pasado había desconfiado de ella, aun con todo ese amor. Tanto así que la había mantenido supervisada. Esa supervisión era la única razón por la que Johaniel estaba vivo en esos momentos. El día en que su madre lo había apuñalado, se prometió que nunca tendría un hijo. Tenía claro que el demonio que compartía su cuerpo era herencia de esa mujer lunática y obsesiva. Un monstruo que gruñía y mostraba los colmillos cada vez que Johaniel no podía controlar la rabia que le hacía pensar en mil maneras de como eliminar a quienes le provocaban, en ese caso Beatriz.
Con un suspiro pensó en lo idiota que era su padre, primero con la mujer con la que se había casado y luego con su hermana. No fue hasta que el abuelo lo llamó para decirle que Johaniel estaba en el hospital, mal herido. Que éste supo la locura que obsesionaba a la que era su esposa en esos momentos. Los niños eran víctimas perfectas por la capacidad de olvidar o confundir los hechos que habían traumatizado su pasado. Situación que no era posible con su cerebro, él tenía cada recuerdo grabado a lujo de detalles y eran películas constantes en su mente recordando por qué odiar a todos los qué le rodeaban era posible. Aun las cosas que más quería olvidar siempre estaban presentes en su diario vivir, esperando a un instante que abriera esa puerta al cuarto de los recuerdos.
Apretando los dientes miró a su alrededor y notó que estaba en el parque en el que se había escondido en más de una ocasión esperando que su padre llegará del trabajo desde los cuatro años. Era la única forma de evitar los golpes y los gritos provocados por la histeria de su madre. Sentándose en uno de los columpios tuvo que admitir que no odiaba a su padre, pero si despreciaba su debilidad e inocencia. Sentimiento que debería ser compartido con el idiota de Zenien… pero que este último aun no llegaba a esos extremos. Había algo en él que lo confundía.
-Oriellis se quedó en la casa vigilando a Beatriz.
-¿Y Jake? - Johaniel asintió al verlo aparecer y desaparecer de entre las sombras, solo Kristen era visible. Ahora solo era cosa de esperar a que la bruja hiciera su primer movimiento. La sonrisa en su rostro llena de cinismo era incongruente con su edad y rostro de ángel… Miró el teléfono para ver el tiempo, al ver el mensaje que le mostraba Kristen desde el suyo. Beatriz no había esperado nada para hacer su movimiento.
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