No somos hermanos (Libro 2: Primera parte)
Primera parte
Demonios internos
Johaniel paso frente a la puerta cerrada de Zenien y no sabía cómo se controlaba. Dos años y medio desde la maldita noche que aún lo atormentaba, incluso tomaba diferentes tipos de medicinas naturales para relajarse en vías de controlar ese monstruo interior que le exigía tomar lo que era suyo.
Zenien no estaba mejor, salía de madrugada a participar del club de natación y luego al de arte, era un tipo loco que parecía darle a los esteroides. El cuerpo lleno de músculos era mostrado a todos los estudiantes, maestros, a los malditos reporteros y personas en las redes sociales, su descripción favorita era la de un genio que todos desean gane medallas en las próximas olimpiadas.
Atrás había quedado la imagen de matón y de pocos amigos que había marcado su inicio en la adolescencia. Con el tiempo las personas habían descubierto que era respetuoso, cuidadoso en sus movimientos y extremadamente tímido. Nadie más que Johaniel sabía al extremo en que Zenien se escondía del mundo, pero esos detalles no importaban. La escuela tenía a la fecha dos Fanclubs, uno de ellos dirigido al equipo de natación y el otro pertenecía al miembro estrella del equipo. El “Z HAREM” como se hacían llamar los fanáticos que pertenecían a ese grupo, eran los que siempre estaban cerca de conocer a sus dios sin dejarle saber al foco de adoración. Algunos de ellos habían sufrido pequeños accidentes mientras intentaban tomar fotos de Zenien desnudo en el vestidor durante las diferentes competencias. Todos sabían que acercarse mucho era peligroso, pero siempre había algún idiota que no entendía la palabra PELIGRO.
Johaniel pensó en la última fanática que había hecho movimientos para acercarse al nadador, el sólo pensarlo provocaba que Johaniel deseara entrar a la habitación y destruir todo lo que evitaba marcarlo como… maldición. El joven volvió a respirar profundo en un intento de controlar sus ideas. Sacudió la cabeza, entró a su habitación cerrando con fuerza para comenzar a cambiarse, tenía que salir de la casa.
Cuando las emociones estaban a flor de piel era el momento para salir de la casa antes de cometer alguna locura. Se miró en el espejo, la vestimenta blanca parecía el ropaje para alguna ceremonia, pero era perfecta para pasar desapercibido en el mundo al que entraba. Salió con prisa de su habitación, maldiciendo su suerte al encontrarse con Zenien en el pasillo. Éste tenía el cabello corto en una coleta, una toalla cubriendo su cuello y unos malditos pantalones cortos que no dejaban mucho a la imaginación. Su piel rojiza, con un vapor para aquel que observaba con cuidado los cambios en la temperatura, dejaban claro que acababa de salir del baño. Por qué diablos ese idiota salía del cuarto de baño en ese estado, la imagen avisaba que había estado sucediendo minutos antes. Lo que le torturaba de igual manera al desear haber estado presente en ese espectáculo.
-Cuantas veces tengo que decirte que te vistas en el puto baño.- Gruñó Johaniel ante la imagen que lo hacía tragar con dificultad. Su rostro de pocos amigos había provocado que Zenien lo mirara con dudas y confusión. Pero el anterior no le dio oportunidad de responder. - Olvídalo, me voy a casa del abuelo.
- Johaniel… hoy nos toca cuidar de los gemelos. - El recordatorio fue un balde de agua helada en el rostro. La petición había sido unas tardes atrás durante la cena. Incluso habían preguntado qué día estarían ambos en la casa para que los padres pudieran salir a cenar. – No tiene que ser tanto lío. Si puedes regresar temprano será suficiente para que me ayudes con el baño de los gemelos y luego luchar para acostarlos a dormir.
Los gemelos con poco menos de dos años eran guerreros eternos contra la hora de dormir. Desaparecen en cuestión de segundos cuando se hablaba de colocarlos en una cama, la pesadilla aumentaba cuando se quedaban dormidos escondidos y era un infierno encontrarlos. La sonrisa de Zenien le dejaba claro que ambos estaban recordando las travesuras de los chiquillos. Suspiro profundo, con dieciséis años era un chico inocente que vivía para el deporte y la familia, no por primera vez deseaba tener dicha inocencia… pero para él no era posible. Él sabía la verdad de la conducta humana, sabía la porquería que existía entre las sombras.
-Lo intentaré, pero no prometo nada.- la sonrisa en el rostro de Zenien mostraba la confianza que tenía en la palabra de su “hermanito”. Se notaba que no sabía la realidad en la que vivía. La ignorancia era una bendición, Johaniel paso a su lado intentando no fijarse en los detalles que provocan que el demonio con el que vivía luchará por el control. Zenien había aprendido a evitar la mirada de Johaniel, era algo instintivo, pero este lo agradecía. Esta acción había provocado que el ser dentro de él pudiera dormitar con cuidado sin ser provocado al extremo.
Con el paso del tiempo ambos habían crecido, ahora compartían la altura y cuerpos bien formados, uno por el deporte, el otro por horas interminables de entrenamiento. La diferencia era que Johaniel tenía unos rasgos faciales delicados heredados de su madre, la herencia asiática estaba presente, el joven lo odiaba con pasión, ya que en muchas ocasiones lo habían comparado con muñecas de porcelana.
-Te veo más tarde… intentaré regresar hoy. -Ambos sabían que no era una promesa de regresar, aunque uno de ellos lo daba por sentado. El otro sabía que sólo lo intentaría. Total, los gemelos le tenían terror. A veces lamentaba lo que era ya que los chiquillos eran los únicos que podían ver la maldición que caminaba con él, protegida bajo el rostro de un ángel. Al salir por la puerta escuchó un murmullo de voces, posiblemente sus padres alistándose para salir. Incluso el saber que estaban cerca no lograba ayudarlo a controlar la ereccion que dominaba su cuerpo cada vez que estaba cerca del gigante idiota.
- ¿Joven amo?
-Maldición… un día de estos me pegarán un tiro y yo seré el primero en agaradecer el que me liberen de esta tortura. -Johaniel podía sentir las energías de todos los que estaban entre las sombras, los guardaespaldas y aquellos que deseaban controlarlo para controlar a su abuelo. Ninguno de esos idiotas sabía que corrían peligro solo por estar allí. Que cada idea cargada de malicia era recibida, analizada y usada en su contra por ese joven. Se suponía que no hubiera salido de la casa hasta que Kristen estuviera en la puerta, pero Zenien tenía el poder de dejarlo hecho un idiota.
-¿Señor?
-Kristen, la visita de hoy tiene que ser corta. Tengo que regresar antes de las diez. – El mencionado miró el reloj con duda, pero no mencionó su idea de que era mejor quedarse en casa en ese caso. Quien le decía al joven que no llegaría a tiempo para ayudar con el baño y la hora de dormir de los gemelos. Mucho menos con el rostro con el que había escapado de la casa. Por lo menos no estarían realmente visitando al abuelo. La visita esa noche sería al restaurante que recientemente había sido abierto como práctica en el mundo de los negocios, educación para el futuro decía el viejo. Johaniel sabía que era la única forma de controlar al demonio qué lo acompañaba.
El restaurante había sido galardonado después de su primera año de apertura con tres estrellas Michelin, así que las reservaciones estaban aseguradas hasta finales del próximo año y estaba aún en marzo. Lo que los comensales ignoraban en muchos de los casos, era que disfrutaban de algo más que una buena cena, la energía del lugar era movida a beneficio del joven que había creado los espacios para satisfacer al demonio que en más de una ocasión había estado a puntos de escapar de su control destruyendo todo lo que consideraba sagrado… Su familia.
En los pisos superiores, había habitaciones escondidas de ojos curiosos, donde miembros exclusivos visitaban para recibir los servicios exclusivos de diferentes razas que se escondían a los ojos humanos. Allí habían tratos, una tregua firmada con los líderes de estas razas convertían el espacio en uno de libertinaje e intercambio para placeres y gustos. Lo que alimentaba a su vez al ser que tenía en su interior con la energía liberada. Ese era el ambiente en el que Johaniel recuperaba el balance, ese espacio permitía que tuviera una vida “normal” en su hogar. Esto le permitía vivir una vida relativamente en paz, pero no significaba que él fuera un ser pacifico, cobraba según recibía.
Los visitantes estaban acostumbrados a disfrutar de lo mejor que el dinero podía pagar, aun cuando era un mundo entre sombras no entendían qué les atraía del lugar. No conocían al dueño de ese laberinto de placeres, lo único era que nadie se atrevía a meterse con el lugar, el mundo de las sombras estaba bajo su control. Los pocos que habían intentado destruir ese lugar, no lo habían contado luego. Eran muchos los idiotas que no entendían que esa familia no se tocaba. El solo pensar en las limpiezas realizadas luego de cada ataque, le provocaba dolores de cabeza a Kristen que se había convertido en la mano derecha del joven. La doble vida aún se había podido esconder dentro de ese edificio en dónde había dos mundos, el que todos veían y aquel en el cual lo paranormal reinaba.
El problema estaba en que la familia del joven no conocía ese lugar, pero tampoco podía dejar de ir ni una noche, era la única forma de mantener el balance en el hogar. Los sombras lo sabían, mientras le ayudaban a mantener ese balance precario entre luz y sombras.
Nadie sabría que el negocio nació de la necesidad imperiosa de tener un santuario en el cual alimentar al demonio que lo acompañaba desde la infancia, más aún que había sido tan difícil de controlar en los últimos dos años. Johaniel había vivido con el terror de lastimar a los miembros de su hogar. Su padre aún no sabía que había heredado de la familia de su madre un monstruo que se alimentaba de violencia, deseos y corrupción. En su ser estaba el peor regalo que le podía haber dejado la mujer que le dio la vida. La herencia familiar, el ser más fuerte después del abuelo y aún no había dejado de crecer. El joven se había negado a dejarse controlar por ese ser, como lo había hecho su madre, que en su obsesión había decidido que tenía que matar a su único hijo, su obsesión, su padre, solo podía ser de ella y todo lo que le alejara debía ser eliminado.
Para poder invitar repetir esa historia la única opción viable había sido el crear un pequeño imperio infernal donde él era el amo del lugar. Después de mirar el lugar con desprecio, entró al edificio envolviendo su cuerpo en una energía que nublaba el reconocimiento de aquellos que se cruzaban en su camino. Jaír lo recibió con la lista de temas por atender. Todo era una repetición de las noches anteriores, hasta que el sombra mencionó un nombre que esperaba no volver a escuchar.
-Repite…
-Beatriz compró un pasaje, llega mañana en la noche. -Jaír lo miró después de tragar con fuerza, sus ojos estaban cargados de dudas. Este buscó la mirada de Kristen que negó con la cabeza y no compartió sus ideas con el joven sombra.
-No Jaír… ella no llega mañana en la noche. La zorra no se monta en el avión de mierda. ¡TE QUEDA CLARO! - La voz alta de Johaniel no llegaba a ser un grito, pero la frialdad de la mirada lo decía todo. La orden era clara y no dejaba espacio para contradecir esa orden. El resto de la noche no hubo cambio de la rutina, pero la energía en algunas de las habitaciones era tan alta que muchos de los participantes, humanos y seres místicos juraron que había drogas en el aire o en la comida. Mientras Johaniel se paseaba por las habitaciones con su máscara plateada, escondiendo los detalles de su ser, pero recibiendo la energía negativa que le permitía controlar al demonio que estaba exigiendo salir a destrozar a una mujer que se había olvidado de su pecado.
La energía de Johaniel se paseaba por los cuerpos que se movían con deseo, gimiendo y muchas veces sangrando de forma deliciosa ante el placer de ser golpeados con látigos, mordidos o simplemente cortados de manera magistral. Al día siguiente muy pocos de ellos sabrían que todo eso fue realidad, era un hermoso sueño donde sus pasiones eran liberadas, sin dejar marcas en sus cuerpos.
Nadie recordaría su figura moviéndose entre las diferentes escenas acariciando con cuidado a ciertos participantes, sanando sus heridas, o intensificando su placer e incluso haciéndoles sentir cerca de la muerte que muchos de ellos buscaban entre esas sombras.
Esa era una de las razones por las que esas habitaciones eran adictivas, el restaurante era la fachada, donde la energía que bullía en ese lugar se disipaba, mientras que los otros pisos servían para satisfacer placeres de diferentes tipos entre aquellos que tenían el dinero para ser miembros de ese lugar exclusivo y los poderes sobrenaturales que los convertían en seres no reconocidos como reales.
Aunque para Johaniel no era más que un lugar para cumplir con una necesidad fisiológica única de su familia. Nunca sería suficiente, pero con el tiempo entre esas paredes podía tener lo que necesitaba para controlarlo. Al terminar el recorrido Johaniel volvía a su habitación privada, donde se quitaba toda la mugre que se había pegado a su cuerpo. Siempre se bañaba tratando de limpiar esa sensación asquerosa de su piel. Era como si miles de hormigas se pasearán por debajo de su piel. Reacción que siempre provocaba una carcajada en ese ser que le acompañaba. Murmuro no por primera o última vez una maldición y dejó qué el agua helada cubriera su cuerpo en un intento de olvidar que era.
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