No somos hermanos (Libro 2: tercera parte)
Tercera parte
Hormonas (Adolescencia)
Estiró los brazos sobre su cabeza y se sorprendió de haber dormido toda la noche. Johaniel miró a su alrededor, buscando que era diferente esa mañana, no tuvo pesadillas, no tenía dolor de cabeza y no despertó deseando arrancar la cabeza de los idiotas del mundo, por que había sido diferente el dormir, según las otras noches. Podía sentir como la sombra en su pecho sonreía y ronroneaba, era como un gato satisfecho. Se cubrió el rostro intentando recordar la noche anterior. Lo último que recordaba era una película de acción que le parecía que había sido un desperdicio en efectos especiales ya que no tenía una historia que seguir. Había sentido como Zenien lo ayudaba a llegar a su habitación, pero había sido algo lejano, irreal. Luego de eso, todo era oscuridad. Nada en el mundo a su alrededor le molestaba, las emociones negativas que siempre se encontraban a su alrededor no llegaban a invadir su conciencia provocando cambios emocionales.
Ni una pesadilla estaba en su recuerdo de la noche y sin que los gritos del demonio que le acompañara lo hiciera gemir ante el dolor que le provocaba controlarlo, se estiró de nuevo en cama. Estaba esperando que todo se fuera al infierno en cualquier segundo. Johaniel paso los minutos después de despertar del mejor humor que podía, después de mucho tiempo incluso se dejó abrazar por Laura sin sentirse incómodo. Se despidió de ella con prisa al notar algunas lágrimas en los ojos de la mujer. El mundo se veía diferente, menos oscuro, tal vez lo estaba viendo con menos ganas de destruirlo. Lo que de por sí era extraño, por no decir imposible. Los sombras a su alrededor mantenían la distancia, la sonrisa en los labios del hombre los tenía a punto de salir corriendo ya que nunca la habían visto y era sinónimo de problemas.
Emociones e ideas nuevas se paseaban por su mente, incluyendo el cómo podía compartir con Zenien durante la merienda de la mañana. Para Johaniel no fue extraño el llegar a la escuela solo. Zenien siempre salía de madrugada en vías de participar de las actividades del club de natación. Una sonrisa se posó en sus labios al pensar en el rostro sorprendido del otro joven al verle llegar tan temprano a la alberca. Así que tarareando la canción pendeja de las conejitas de playboy, que nadie reconocía en esa década por ser parte de los recuerdos juveniles de aquellos hombres con más de sesenta años, se burló de la mirada confundida de los pocos estudiantes que lo vieron pasar. Si alguien preguntaba donde alguien tan joven había escuchado dicha canción, era la música con la que muchas noches se daban inició las labores en la guarida del dragón, lugar que se escondía tras la fachada de un restaurante famoso y un club exclusivo. Johaniel sacudió la cabeza con una sonrisa sarcástica intentando olvidar a los viejos verdes que nunca llegaban tarde a la presentación de inicio. ¿Podría ser comparado con estos vejetes?
Antes de entrar al edificio de la alberca, Johaniel dejó que el sol acariciara su rostro, las mejillas se sentían acaloradas y dudaba que fuera por esos rayos, pero no había mucho que pudiera hacer para quitar el sonrojo. en su mente había sombras interesantes, qué eran parte de los recursos. Era por eso que estaba seguro que ese acaloramiento estaba atado a los recuerdos de esa noche en la que ambos ardieron con pasión. Con cuidado abrió la puerta, no quería molestar a los miembros del equipo, aún cuando estaba pasando por el largo pasillo que siempre estaba bien iluminado, no podía ver bien ya que sus ojos aún no se acoplaban al cambio de luz y sombras. Una maldición escapó de sus labios en un murmullo que avisaba la tormenta que provocaba la imagen de Zenien abrazando y besando a la joven que en las últimas semanas había estado buscando confesarle sus sentimientos al joven.
Johaniel lo vio voltearse, al verlo ser testigo de ese momento privado sus ojos se abrieron con susto, deseo y culpa. Ninguna emoción podía escapar a la sombra que gruñía en el interior de Joahaniel. Imagenes de como torturar a ambos y eliminar a quien había tocado lo qué le pertenecía pasaban por su mente.
-Johaniel…- el mencionado negó en silencio. No quería escuchar excusas. Con los puños apretados se dio la vuelta y escapó del lugar. Sabía que no podía quedarse. Terminaría matando a la mujer que ahora conocía el sabor y la sensación de Zenien de forma íntima. Algo qué hasta esa fecha era solo suyo.
-¿Señor?
-Llévame a casa del abuelo. RÁPIDO…- Kristen asintió y acompañó al joven hasta el auto. En todo el camino guardó silencio, pero no pudo evitar el escribir al sombra que siempre acompañaba a Zenien. Este nuevo guardaespaldas era un cadáver ambulante sin saberlo. Solo esperaba que no apareciera delante del joven amo durante los próximos días. Era la única manera en que podría sobrevivir a la sed de sangre que emanaba del joven. Los sombras en casa del abuelo se preparaban para las palizas que recibirían llamadas “entrenamiento” y el intentar ayudar a su joven amo a sobrellevar las emociones que aún no podía controlar al igual que mantener contenido al ser qué dormía dentro de éste.
El abuelo lo vio llegar, destrozar la camisa con una sola mano y sin mirar atrás, el cómo entró en la sala de entrenamiento. Ya había sido informado de lo que sucedió y estaba seguro que su nieto no querría saber los detalles en ese instante, pero pidió un informe detallado para cuándo esté estuviera listo para enfrentarse a ese demonio que había despertado su hermanastro sin saber.
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Eran ya casi dos meses, encerrado en el pabellón infernal, no había sido suficiente para controlar la rabia. En realidad, la distancia había empeorado la sensación de rabia y deseo de destrucción del demonio que caminaba con su cuerpo golpeando todo lo que se ponía delante. Las peleas con el viejo dragón, “aka” su abuelo habían destruido dos pabellones de entrenamiento. Johaniel sabía que estaba fuera de control, pero no había forma de encontrar un balance que no destruyera todo lo que consideraba sagrado. Los días eran interminables, no sabía lo que era dormir, la voz interna de ese monstruo gritaba sin detenerse, el no saber de Zenien lo enloquecía más. Razón por la que sentía terror a las posibilidades al tenerle frente él en ese estado volátil. Era una bomba a punto de explotar y el mundo no estaba listo para ello.
-Joven amo… su padre visitó a su abuelo…
-¿Eso es importante? -Los gruñidos se detuvieron, el silencio absoluto después de tanto tiempo luchando por mantener la cordura lo dejó confundido.
-No vino solo
-Zenien…- el nombre escapó de sus labios pero el gruñido en su pecho con el nombre no le pasó desapercibido. Con un suspiro se rindió, no podía evitarlo más tiempo. Solo esperaba que su abuelo fuera capaz de cortarle la cabeza de un solo golpe si no lograba controlar al ser que arañaba con fuerzas su interior intentando escapar. -Está bien… vamos.
Johaniel dejó que su padre lo abrazara al verlo. Estaba seguro que la preocupación en el rostro de su padre era real, no había dormido ni comido como debía. Debía verse como un zombi ante sus ojos. No había podido comer y dormir en las semanas pasadas así qué su estado de salud no era el mejor, pero no tenía otra opción, su mente y cuerpo ya no eran suyos para controlar.
-Johaniel… ¿Qué has hecho?- Zenien lo miraba asustado. Ambos sabían que esa ausencia había iniciado por su último encuentro, pero la mirada perdida del joven le dejaba claro a Johaniel que Zenien no entendía nada.
-Pa… bájale dos. Ya estoy mejor.
-¿Mejor?- El murmullo de Zenien no le pasó desapercibido, pero Johaniel se negaba a explicar su naturaleza, no podía hablar con él dos palabras cordiales. Cómo esperaban que explicara el infierno por el que había estado caminando.
-Tu madre te extraña y yo necesito saber que estás bien. El que estés enfermo y no podamos cuidar de ti nos deja llenos de… miedo.- Johaniel entendía, su padre pensaba en la locura de su madre, pensando que su hijo terminará en una situación parecida era comprensible. -Se que tu abuelo te adora Johaniel y te entiende, pero podrías pensar en nosotros… por favor. Confía en que te cuidaremos bien.
-No es que no confíe en ustedes pa… es miedo a ser como ella… hacerles daño… por favor entiende… -Johaniel dijo lo único que pudo en esa situación, no por primera vez el joven pensó en lo complicado que era vivir con otras personas. -No quiero lastimar a la familia… no quería molestar.
-Johaniel eres importante para la familia. Por favor permite que te cuidemos. -El joven asintió sin poder discutir los detalles de estos pasados días. Dieciocho horas meditando o entrenando no le habían ayudado. Era cierto que su cuerpo se había convertido en un arma mortal, pero su mente era erosionada por la falta de descanso y los deseos que intentaba controlar referente a Zenien.
-Como tú quieras pa… vamos a casa. Abuelo por favor haz los arreglos. – Joahniel vio como su abuelo asentía y miraba al padre que abrazaba a su hijo con miedo de que este se rompiera en mil pedazos sin saber la bomba de tiempo que tenía en sus manos. Los sombras tendrían que duplicarse, pero la mirada que Johaniel no era capaz de ver en Zenien, le daba paz al viejo dragón. Estaba seguro que todo terminaría bien, pero su nieto estaría metido en una tobogan emocional. Algo que detestaba. Los sombras observaron en silencio la sonrisa del viejo dragón y sintieron como los escalofríos paseaban por su cuerpos. Todo se había ido al carajo… Esa era la idea colectiva.
-Zenien puedes quedarte con Johaniel en el asintió trasero. Me avisas si necesitas que nos detengamos. -El abuelo dejó claro que el médico de la familia estaría disponible de necesitarlo. Mientras el viejo le daba algunas instrucciones en privado al padre, los jóvenes se miraron uno con resignación y el segundo con… ¿miedo? Johaniel estaba muy confundido. ¿Qué era lo que sucedía en la mente de Zenien? En silencio se acomodaron intentando no tocarse, el recuerdo de la primera vez que estuvieron en esa situación provocó una sonrisa en los labios resecos de Johaniel.
Al ver al joven pegado a la puerta deseo murmurar que no lo mordería, bueno no sin permiso. Se mordió el labio inferior intentando controlar su boca y mente. Escuchó un gemido a su lado, lo que provocó que intentara observar a quien le acompañaba. Todo se complicaba en su mente ante la falta de descanso y el ronroneo de placer que el demonio en su pecho estaba haciendo. Cerró los ojos pensando que en otro instante de su vida podría colocar correctamente las piezas de ese maldito rompecabezas. Pero ese día no era para pensar…
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